United States or Northern Mariana Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Que esto sea dentro de un año, de dos, de veinte, poco importa, con tal que suceda. Mientras más tiempo espere más ganas tendré; las buenas tajadas se comen frías, como la cabeza de jabalí con vino blanco. El contrabandista decía tales palabras de una manera sencilla; pero los que le conocían adivinaban en ellas algo peligrosísimo para Yégof.

Y si usted quiere que no espere, que no alimente más esperanzas, trataré de olvidarla. Difícil ha de ser destruir la esperanza que rige nuestra vida; y piense usted que mi placer, mi orgullo, mi vanidad, consisten en ser tal como usted desea...» Todo había desaparecido de nuestra vista: la blancura de las nubes, la negrura de los montes se borraban y se confundían en un gris uniforme.

Oculto tras de las cortinas, y con el corazón lleno de angustia, esperé su vuelta. De pronto vi que entraba, y al advertir que no le acompañaba nadie, respiré con libertad. Ligera y juguetona como siempre, recorrió en todos sentidos su aposento sin tropezar con mi carta, hasta que por último quiso la casualidad que pusiera el pie encima. Entonces se inclinó para recogerla. Yo estaba en ascuas.

La tuve, no obstante. Esperé con paciencia un rato, asomando de cuando en cuando la cabeza para cerciorarme de que no se había movido. El corazón me latía fuertemente. Difícil me hubiera sido continuar en aquel estado mucho tiempo; pero quiso la suerte que no sucediese. Al dar el reloj las doce se cerró la vidriera de la ventana y Suárez se separó de ella.

Avrigny y su sobrina cambiaron una mirada de inteligencia, pues los dos supusieron en el acto cuál sería el contenido de la misiva de Amaury. El doctor dijo al criado: Venga la carta y di a Germán que espere un momento y podrá llevarse la respuesta. Pocos instantes después tenía Avrigny la carta entre sus manos sin atreverse a abrirla. ¡Valor, tío! díjole Antoñita para darle ánimo.

Yo acabo de atrapar un resfriado y no quiero que pase a mayores. Una criada de la hospedería, acompañada de Patón, subió al cuarto de los novios. Llamó en la puerta con los nudillos. ¿Quién va? preguntó el seminarista. Señorito; alguien le espera abajo. Que espere; yo no bajo. La criada insistió.

Retirados a nuestro aposento, y yo más curioso que nunca, y temiendo el espíritu arriscado y de aventuras de mi amigo, me senté sobre el borde de la cama y esperé a que comenzase, como comenzó así su razonamiento: Ayer, al asomar la noche, recogía el fresco por el puente último que lleva el Avellano, y donde viene también a dar la senda que conduce a las espaldas de la Alhambra.

Te busqué, y no te he encontrado; te esperé, y no has venido. Mi alma estará triste hasta la muerte; muertos mis oídos a las campanas de resurrección; muertos mis ojos a los colores de primavera.

Esperé un instante y le vi salir en compañía de Torres, que se hallaba extremadamente pálido. El doctor mostraba también inquietud en la fisonomía. Hablaron en voz baja cortos momentos, y que se despedía para dentro de una hora. El pobre Torres andaba tan preocupado, que ni reparó en mi presencia. Tuve que llamarle la atención.

Pagarle su secreto al precio que pida. Di las gracias al abogado por su luminoso consejo; le pagué la consulta y salí. Pasó un mes. En vano esperé a Amparo. La Adela se me presentó de nuevo. La pregunté por ella. ¡Ah! está desconocida, me dijo; ha engordado. ¡Ya se ve! la cuido bien, o por mejor decir, la cuidamos bien. La enviaré por acá.