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Actualizado: 8 de junio de 2025
Todo el mundo se llenó de gozo al ver descifrado el enigma, y de los cortesanos a los esclavos, y de éstos a los guardias, y del Sultán a la madre, y de ésta a las esclavas, y de las mujeres del harén a otras mujeres, bajó rodando de boca en boca desde la Alhambra de Granada el mismo nombre de la enfermedad. ¡Catalexis!
Ese súbito renacimiento de vida, de belleza, de ternura, esa deliciosa aventura de encontrar á su mujer convertida en una joven querida llena de emoción, y tan dichosa de verse al lado de su compañero, ese milagro ¿es ficción acaso? No, sino el agradable espectáculo que se ve muy á menudo. Y si es raro entre los ricos, frecuentemente acontece á las familias laboriosas y esclavas de sus deberes.
Aquiles era el más valiente de todos los reyes griegos, y hombre amable y culto, que cantaba en la lira las historias de los héroes, y se hacía querer de las mismas esclavas que le tocaban de botín cuando se repartían los prisioneros después de sus victorias.
El conde frunció el entrecejo. El doctor dijo vivamente: Si usted hubiese podido venir conmigo, señora, tengo la seguridad de que habría llorado. ¿Es realmente muy conmovedor una duquesa que vende a su hija? ¡Un episodio del mercado de esclavas! Yo diría mejor un episodio de la vida de los mártires. ¡Galante está usted! El doctor contó la escena en la que él había representado un papel.
La Sultana madre, al ver desde sus miradores acercarse la comitiva regia, se apresuró a venir al recibimiento de su nueva hija, encontrándola en el patio de los Laureles en medio de las esclavas, ya con el velo alzado y enseñoreándose todavía en el palanquín de los eunucos negros.
Habiendo finalmente ámbos sosegado un poco el alboroto de su pecho, dixo en breves palabras Zadig por qué acaso se encontraba en esta pradera. ¿Pero como os hallo, o reyna respetable y desdichada, en este desviado sitio, vestida de esclava, y acompañada de otras esclavas que buscan un basilisco, para hervirle, en virtud de una receta de médico, en agua de rosas?
Sus ojos negros son poemas dramáticos, y su corazón, un espejo sin azogar. El drama lúgubre y horripilante no se hizo para aquel gran vergel, en donde pasan las mujeres la vida recostadas en sus hamacas, meciéndose entre flores, aireadas por sus esclavas con abanicos de plumas. ¿Sabes dijo la condesa que la voz pública anunció que te ibas a casar?
Al poco tiempo de haber desaparecido las dos lindas cazadoras, se oyó un grito agudo dentro del bosque, en el que, así la Sultana vieja como todas las esclavas, conocieron la voz de Híala. Cuál fuera la admiración y el espanto que tal grito infundiera en la Sultana y en las esclavas, es fácil concebirlo.
¡Oh, ya lo sabía!... Tú eres muy bueno... y bastante piadoso... Tú no eres como otros padres ciegos que prefieren entregar sus hijas a los peligros del mundo a dejarlas para siempre esclavas de Señor, recogidas en una santa casa... Gracias, papá, gracias... Yo temía, la verdad, temía que no te pareciese bien mi resolución... Pero Dios te ha tocado en el corazón... Ahora te dejo... me está esperando Marta... Adiós, papá... déjame darte un beso... Adiós.
Algunos techos de paja cuelgan hacia la calle como rubios cabellos humedecidos. Las puertas se abren, una a una. Al pasar junto a las rejas se aspiran monjiles sahumerios recién encendidos en los estrados. Aquí y allá, un brazo desnudo asoma sin rumor entre las celosías y riega los albahaqueros. Oyese la tímida canturria de las esclavas que lavan los patios y los zaguanes.
Palabra del Dia
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