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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Lo único que pudo entrever en sus evasivas fué que la persona que la enviaba se había separado de ella al ver al capitán. Cuando se alejó la mensajera quiso seguirla, pero la gorda comadre volvió repetidas veces la cabeza.
Raimundo, en pie, allá en el extremo de una de las mesas, no quitaba ojo a su amada, que iba y venía de un sitio a otro previniendo los deseos de aquellos invitados a quienes más deseaba complacer. De vez en cuando le enviaba una imperceptible sonrisa de inteligencia que transportaba al joven al séptimo cielo.
27 Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo él los carros que José enviaba para llevarlo, el espíritu de Jacob su padre revivió. 28 Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera. 1 Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
¿Era posible que Beatriz no hubiera querido recibir su mensaje? El orgullo hízole buscar la explicación en su propia conducta. Pero ¿qué inconstancia, qué desvío podía reprochársele? ¿No le paseaba la calle todos los días, no iba luego a esperar fuera de la ciudad, frente al torreón de su huerto? ¿No le enviaba joyas, no la componía sonetos y endechas, como el más rendido de los amantes?
Capitaneaba la segunda parte de la procesión el caballerizo mayor del rey, Nicolás de Faría, quien montaba un magnífico caballo con arreos cubiertos de oro y tachonados de perlas. Inmediatamente marchaban dos elefantes, en cuyas torres iban los presentes que el rey don Manuel enviaba al Papa.
Además, quitaba y ponía ministros, daba mandos en el ejército á los compañeros que le seguían ciegamente, y obligaba á salir del país á sus adversarios ó los enviaba á ciertas provincias de la costa del golfo de Méjico, donde la gente de las altas mesetas puede contraer enfermedades de muerte. Sus enemigos recordaban la facilidad con que había fusilado durante la guerra á los prisioneros.
No sólo le distinguía muchísimo en la conversación, y eso que tenía por docenas los adoradores, no sólo se timaba con él en el teatro y el paseo, sino que aceptaba las flores que a menudo le enviaba, y muchas veces se las ponía en el cabello o en el pecho.
Y tan agradecido era el buen hombre al comercio español, que enviaba a los de acá su retrato y los de sus catorce mujeres, unas señoras tiesas y pálidas como las que se ven pintadas en las tazas, con los pies increíbles por lo chicos y las uñas increíbles también por lo largas.
Mientras Pirovani escribía las últimas palabras, su rostro empezó á dilatarse con una sonrisa bondadosa. Moreno, el argentino, no enviaba su pensamiento tan lejos. Escribía en la casita de madera donde estaba instalada su oficina, bajo la luz de un quinqué de petróleo; pero su imaginación, siguiendo la línea del ferrocarril, se detenía, á dos días de marcha, en un pueblo cercano á Buenos Aires.
Sólo permanecía en su camarote el tiempo necesario para dormir. El y Tòni pasaban largas horas en el puente, hablando sin mirarse, con los ojos vueltos al mar, espiando la movible superficie azul. Todos los tripulantes, hasta los que estaban en horas de descanso, sentían la necesidad de vigilar del mismo modo. De día, el más leve descubrimiento enviaba la alarma de la proa á la popa.
Palabra del Dia
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