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Actualizado: 5 de junio de 2025
Rafael mostrábase entusiasmado por la noticia. ¡Había hablado de él! ¡No olvidaba aquel encuentro de penoso recuerdo!... ¿Qué hacía aún allí, inmóvil, en el puente, cuando allá abajo estarían necesitando la presencia de un hombre? Oye, Cupido; ahí tengo mi barca; ya sabes; la que mi padre encargó a Valencia para regalármela. Costillaje de acero; madera magnífica; más segura que un navío.
Aprendía rápidamente sus lecciones; acompañaba al piano el violoncello del papá, y así se pasaban los días toca que toca, revolviendo todo el inmenso montón de solfas que guardaban en el granero, junto con los libros malditos. Además, la pequeña mostraba cada día una voz más hermosa y sonora. «Será una artista, una gran artista», decía el padre entusiasmado.
Cuando, súbitamente entusiasmado, intentaba avanzar, ella sonreía con una inocencia maliciosa: «No comprendo... no comprendo». Y si al fin confesaba su comprensión, era frunciendo el ceño y protestando con frío rubor: «Shocking».
Y entonces don Álvaro, gozoso, entusiasmado, quiso deslumbrar a su auditorio con el contraste de aventuras románticas, en que él aparecía como un caballero de la Tabla Redonda. Y a todo esto don Pompeyo Guimarán olvidaba su exordio, interesado a su pesar en las aventuras eróticas del frívolo Presidente del Casino.
Pues lo que hice al día siguiente: bajar al pueblo para pedir solemnemente la mano de Lituca a su abuelo y a su madre, después de haber dado por la noche cuenta de mi resolución al Cura don Sabas y al médico, que me la pusieron en las nubes, particularmente el primero, que hasta lloró de entusiasmado, y, por su gusto, hubiera mandado repicar las campanas en celebración del acontecimiento, que tenía por providencial para la casona, para mí, para Lituca y para el valle entero y verdadero.
Pero el que le dejó confuso, absorto y entusiasmado fue tío Manolo vestido de señor feudal; llevaba botas de ante amarillo que le llegaban hasta los muslos y el cuerpo ceñido con loriga que brillaba como un espejo; el casco era enorme y asombroso por la cantidad de águilas, grifos y dragones y otros animales emblemáticos que le adornaban; la barba le llegaba casi hasta la cintura, y hasta el medio de la espalda los cabellos.
El pobre viejo se sentía solo en aquella casa. Teresa no le comprendía; Andresito, entusiasmado por la fortuna del papá, tenía sus ambiciones; mostrábase meticuloso y exigiendo en materias de vestir, y hablaba de la posibilidad de poseer una yegua alazana y pasear por la Alameda, siguiendo el carruaje de su novia, para lo cual se estaba preparando todas las tardes en el picadero.
Y entusiasmado y no contento con los detalles, se trasladó él mismo al sitio de la ocurrencia, componiendo en el camino la descripcion homérica del combate. ¿Una arenguita en boca del gefe? ¿Una frase de desprecio en boca del religioso?
Otros empleados de la plaza corrían de un lado a otro con grandes espuertas de arena, arrojándola a montones sobre los charcos de sangre y los cadáveres de los caballos. El público estaba de pie, gesticulando y vociferando. Sentíase entusiasmado por la fiereza de la bestia y protestaba de que en el redondel no quedase ni un picador, gritando a coro: «¡Caballos! ¡caballos!»
La niña guardó silencio. Y que V. también me va queriendo a mí un poco, ¿no es verdad? Tampoco contestó. Vamos, dígame V. que sí... aunque sea mentira. Yo no digo mentiras manifestó la niña con voz dulce. ¿Entonces, no me quiere V.?... Tampoco digo eso. Miguel entusiasmado la abrazó. Pues yo te quiero, te quiero por lo hermosa y lo buena que eres...
Palabra del Dia
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