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Actualizado: 7 de junio de 2025
Todos los que estaban sanos le tenían por loco, pero apenas sentían cierto quebranto en su salud, respiraban la misma fe que las pobres mujeres que permanecían largas horas en casa del Dotor, viendo á lo lejos su barca, esperando que volviese del mar para enseñarle los niños enfermos que llevaban en brazos.
Cómo se debe enseñar á pensar bien. El arte de pensar bien no se aprende tanto con reglas como con modelos. A los que se empeñan en enseñarle á fuerza de preceptos y de observaciones analíticas, se los podria comparar con quien emplease un método semejante para enseñar á los niños á hablar ó andar.
Allá en la Montaña, en cuanto Fermín había aprendido a leer y escribir, le había obligado a enseñarle a ella su ciencia. Leía y escribía. En la taberna, entre tantas blasfemias, entre los aullidos de borrachos y jugadores, ella devoraba libros, que pedía al cura.
Me dio usted un disgusto el otro día. ¿Es así como debía acogerme después de una larga ausencia? No hablemos más de eso, ¿le parece a usted? Hoy no vengo como amigo, sino como embajador. ¿No le veré a él, pues? No; pero, si tiene usted curiosidad por ver a alguien, puedo enseñarle al duque de La Tour de Embleuse. ¿Está aquí? Sí, desde esta mañana. Una linda obra de usted, pero sin firma.
Con estas razones acabó don Quijote de cerrar el proceso de su locura, y más con las que añadió, diciendo: -Sabe Dios si quisiera llevar conmigo al señor don Lorenzo, para enseñarle cómo se han de perdonar los sujetos, y supeditar y acocear los soberbios, virtudes anejas a la profesión que yo profeso; pero, pues no lo pide su poca edad, ni lo querrán consentir sus loables ejercicios, sólo me contento con advertirle a vuesa merced que, siendo poeta, podrá ser famoso si se guía más por el parecer ajeno que por el propio, porque no hay padre ni madre a quien sus hijos le parezcan feos, y en los que lo son del entendimiento corre más este engaño.
La abuela conoció el tesoro que en la nieta tenía, y así, determinó el águila vieja sacar a volar su aguilucho y enseñarle a vivir por sus uñas. Salió Preciosa rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas y de otros versos, especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire.
Estuvo si se las lía, si no se las lía... Por ti pregunté a la Feliciana una tarde que fui a enseñarle los mantones de Manila que yo estaba corriendo, y me dijo que te ibas a casar con un boticario... ya, el sobrino de doña Lupe la de los Pavos... ¡Ah!, chica, si esa tal doña Lupe es lo que más conozco... Pregúntale por mí.
¿Qué dirías tú si el maestro viniese ahora a buscarte y dijese que estaba triste sin su pequeña alumna, y que estaba deseoso de que volviera con él para enseñarle a ser más bueno? Melisa bajó silenciosamente la cabeza por algunos instantes. El maestro esperaba con impaciencia.
Los dos extraños anacoretas se encuentran, se contemplan con mutuo asombro y al fin se acercan y se tratan. Al principio se entienden por señas, porque Hay no sabe hablar, pero Asal logra pronto enseñarle su idioma. De los sabios coloquios que tienen ambos resulta algo de muy satisfactorio al parecer: la concordancia de la fe y la razón.
Al poco tiempo, el discípulo hablaba correctamente el español. Parecía haberlo aprendido con rapidez para burlarse mejor de su hidalgo maestro. El padre contribuía también á la educación del heredero de los Lubimoff con lo único que él podía enseñarle.
Palabra del Dia
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