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Metió en el sobre la tarjeta, se la dio a Julia, despidiéronse, y ya estaban a punto de separarse, cuando él, por precaución para lo sucesivo, dijo: Oye, por si yo te necesito o tienes algo nuevo que decirme, cada dos días por la mañana, a la misma hora de hoy, aquí nos veremos. ¿Vendrás? Bueno, vendré; pero usted las lía de tanto madrugar. Y cada uno se fue por su camino.

En las luchas de la corte, en lia inquietud de la cabaña, ha sabido defenderla con su pecho y con su ley, ha sabido defenderla vuestro rey, por la unión de sus hermanos y la gloria de su España. ¿La Vida?........ Es un drama, de más o menos actos, que puede ser comedia, aunque asi siéndolo no han de faltarle lágrimas; o puede ser tragedia, aunque asi siéndolo no han de faltarle risas.

Es un elixir exquisito, en cuya composición entran el nepenthes que dio Elena a Telémaco para disipar su melancolía; la flor del cáñamo de la India; el soma o licor divino de los antiguos brahmanes; el hongo de Siberia que infunde furor bélico, y el zumo de las mandrágoras, con que Lía amó y deseó con mayor vehemencia a Jacob y se hizo de él amada y deseada.

Yo le creo nacido del consorcio de tu vanidad mundana con cierto prurito que proviene sin duda de que al Padre Ambrosio se le fue la mano cuando compuso la poción preparatoria que te propinó antes de remozarte, vertiendo en ella en demasía cierto ingrediente: el zumo de las mandrágoras con que Lía apartaba a Jacob de Raquel y le atraía a su regazo.

De la poesía salvaje hemos venido á parar á los hábitos vulgares, ó si se quiere, patriarcales, de los harto fáciles placeres. El gran patriarca, respetable por su enorme cabeza, sus bigotes y sus armas defensivas, reina entre Agar y Sara, Rebeca y Lía, que ama con ternura lo mismo que á sus hijuelos, los cuales constituyen un pequeño rebaño.

Cinco minutos de diálogo bastaron para que variase de expresión el rostro de la desenfadada chula, que al oír el nombro de Tirso exclamó: ¡Ave María Purísima! ¿Es decir que Vd. ha venío aquí creyendo que yo estaba liá con el señorito Pepe? Paz, con las mejillas arreboladas por la vergüenza, respondió tímidamente. ¡! ¡No sabe Vd. lo que he sufrido!

Estuvo si se las lía, si no se las lía... Por ti pregunté a la Feliciana una tarde que fui a enseñarle los mantones de Manila que yo estaba corriendo, y me dijo que te ibas a casar con un boticario... ya, el sobrino de doña Lupe la de los Pavos... ¡Ah!, chica, si esa tal doña Lupe es lo que más conozco... Pregúntale por .