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Actualizado: 31 de mayo de 2025
La duquesa se calló, no encontrando por el pronto otra contestación mejor que el silencio. Alentado con este silencio, el rey añadió: Vos misma conocéis la razón con que me quejo. Lerma es demasiado receloso, demasiado, y no sé qué motivo pueda tener para desconfiar de la reina, para impedirme mi libre trato con ella.
La nobleza y la burguesía, encontrando la mayor facilidad para desembarazarse de las hijas sin soltar dinero, preferían darlas sin dote al convento a dotarlas para casarlas. Pero las dificultades de la vida se acentuaban para las jóvenes casaderas y para los conventos que las servían de refugio.
El, hombre de razón, sólo había sabido burlarse de los entusiasmos generosos y desinteresados de los otros hombres, encontrando inmediatamente su parte flaca, su falta de adaptación á las realidades del momento... ¿Con qué derecho reía de su piloto, que era un creyente y soñaba, con la pureza de un niño, en una humanidad libre y feliz?... ¿Qué podía oponer él á esta fe, aparte de sus burlas estúpidas?...
No sabía qué decir; su alma simple parecía recogerse humildemente, no encontrando palabras para expresar sus pensamientos. Jaime continuó su camino. Al volverse repetidas veces vio a Margalida, de pie bajo el porche, siguiéndolo con visible ansiedad.
Encontrando muchas veces un traidor en aquel que más había alambicado antes su lealtad a la causa del rey, pasó Rodil por el martirio de desconfiar hasta del cuello de su camisa. Las mujeres encerradas en el Callao eran las que más activamente conspiraban.
A pesar de este final triste, los convidados de Sánchez Morueta reían, encontrando muy interesantes las diversiones de los opulentos patanes. Era bien entrada la tarde cuando terminó la comida. El capitán Iriondo después de brindar por su principal y amigo se despidió, alegando que tenía á la carga un buque de la casa. El secretario Goicochea se fué con él para dar el último vistazo al escritorio.
Alicia no insistió, encontrando muy justa la observación. La rusa de Niza era vieja y horrible comparada con ella. Además, le parecía regular y lógico que todos los huéspedes se enamorasen de su persona. «La Generala» le había sugerido otro proyecto. Podía instalar en Monte-Carlo una casa de té, muy elegante. El atractivo de verla á ella en el mostrador haría correr á la gente.
Su Excelencia tomaba el café al aire libre, y le obligó á sentarse á su lado. Sólo tres oficiales le acompañaban... Gran consumo de licores procedentes de su bodega. Hablaban en alemán entre ellos, y así permaneció don Marcelo cerca de una hora inmóvil, deseando marcharse y no encontrando el momento oportuno para abandonar su asiento y desaparecer.
Hemos nacido pronto. Otros vendrán, encontrando las cosas mejor dispuestas. ¿Qué podéis hacer para arreglar lo presente, cuando en el mundo millares de trabajadores más infelices que vosotros no logran mejor éxito, aun a costa de su sangre, peleando con la autoridad? ¿Qué hacer? gruñía el campanero . Eso ya lo veremos: ya lo verás tú. No somos tan tontos como crees.
Diez minutos después volvió a levantarse y pidió la berlina; fuese derecho a Fornos, después al Casino, luego al Veloz, recibiendo por todas partes enhorabuenas e interpelaciones acerca del suceso que todo Madrid comentaba; hacía con grandes reserva y disimulo, al oído de cuantos amigos prudentes se iba encontrando, cierta pregunta misteriosa.
Palabra del Dia
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