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Por milagro salió con vida de sus aficiones de lidiador; y lo más cruel era que las gentes reían de sus desgracias, encontrando un placer en verle pateado y destrozado por los toros. Al fin, su torpeza testaruda cedió ante la desgracia, conformándose con ser el acompañante, el criado de confianza de su antiguo camarada.

Sus hijos se arrojaron en sus brazos llorando, y al contacto de aquellas tres cabezas despertó su corazón de madre, desgarrándole el pecho un sollozo inmenso, y encontrando al fin su dolor una salida, un alivio, un consuelo: ¡las lágrimas!... Todo el mundo en el pueblo respetó aquella pena sin medida, y nadie tuvo valor para referirle los horribles detalles de la muerte de su hijo.

Y señaló el estanque, que parecía vacío. En sus aguas muertas y en el suelo de gruesa arena no se notaba el más leve estremecimiento animal. Ferragut siguió los ojos de ella, y aleccionado por sus largas contemplaciones, fué encontrando á los tres huéspedes. Con el poderoso mimetismo de su especie, se habían convertido en minerales.

Si la elevacion de la inteligencia condujese al mal, la maldad de los seres estaria en proporcion con su altura; ¿adivinais la consecuencia? ¿porqué no sacarla? La sabiduría infinita seria la maldad infinita; y héos aquí en el error de los maniqueos, encontrando en la extremidad de la escala de los reres un principio malo.

Varios manantiales subterráneos humedecían el suelo esponjoso y las aguas, no encontrando la necesaria pendiente, se estancaban formando anchos pantanos en que crecían toda clase de plantas muy hermosas, pero impropias para el pastoreo.

Diosa hubo que bostezó encontrando todo cursi y diciendo que tenía gazuza; otra que riñó con su dios, haciendo un gesto con el brazo para darle una manotada.

El señor de Elorza quiso internarse por la muchedumbre, pero encontrando resistencia por lo apretada que estaba, echó las manos al cuello al primer ganapán con quien tropezó, y lo hubiera asfixiado seguramente a no haber intervenido los soldados, que sujetaron por detrás al irritado padre.

Y que no son ni tina ni dos. Jacinta se asustaba de ver tantas, y Guillermina no pudo menos de exclamar: «¡Cuánta perdición!, una puerta y otra no, taberna. De aquí salen todos los crímenes». Cuando se halló cerca del fin de su viaje, la Delfina fijaba exclusivamente su atención en los chicos que iba encontrando.

No sintiéndose perseguida, regresará á su clima natural, la zona templada, encontrando allí su inocente vida de apacentar la viviente pradera, los pequeños seres elementales. Vuelta á sus antiguos hábitos y á sus propios alimentos, reflorecerá, recobrará otra vez sus gigantescas proporciones, y volveremos á ver ballenas de dos y trescientos pies de largo.

Don José habia trabajado en casi todos los puntos de España y de sus Indias después, encontrando pequeña su patria para su gloria, había ido a otros paises, hasta que, viéndose perseguido, tuvo que meterse en el barco negrero, cosa que le repugnaba profundamente por sus sentimientos de humanidad.