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Actualizado: 21 de junio de 2025


Creía firmísimamente que un año tiene trecientos sesenta y cinco dias y un quarto, contra lo que enseñaba la moderna filosofía de su tiempo, y que estaba el sol en el centro del mundo; y quando los principales magos le decian en tono de improperio, y mirándole de reojo, que sustentaba principios sapientes haeresim, y que solo un enemigo de Dios y del estado podia decir que giraba el sol sobre su exe, y que era el año de doce meses, se callaba Zadig, sin fruncir las cejas ni encogerse de hombros.

Volvió á encogerse de hombros el alto empleado como quien no comprende qué consideraciones podían ser aquellas. Aparte de lo intempestivo del propósito, prosiguió el dominico, aparte de lo que tiene de atentatorio á nuestras prerrogativas... El P. Sibyla no se atrevió á continuar y miró á Simoun. La solicitud tiene un caracter algo sospechoso, concluyó éste cambiando una mirada con el dominico.

Estos elogios a sus facultades de dueña de casa y el deseo de verla madre de familia la hacían encogerse de hombros y contraer el rostro con gestos de repugnancia. «Vámonos siguió diciendo mudamente . No la oigas másLa madre los dejó en libertad, adivinando de pronto lo inoportuno de su presencia. Sigan ustedes su paseo. Las viejas estorbamos siempre a los jóvenes.

¡Qué ovación!... ¡Gracias, amado pueblo! Pero al volver a encogerse en uno de los mástiles horizontales de carga que servía de asiento a él y a Fernando, ocultándose con modestia detrás de su amigo, redoblaron furiosas las peticiones del público. Dos gendarmes iniciaron un avance hacia él.

El señor Orgaz se atrevió a murmurar: Hombre, eso de exigir... , señor; exigir. ¡Y hago la cuestión personal! Pero ¿qué es lo que usted exige? preguntó el muchacho agotando su valor en este rasgo de energía. Exijo lo que tengo derecho a exigir, eso es; y repito que hago la cuestión personal. ¿Pero qué cuestión? ¡Esa! Joaquinito volvió a encogerse de hombros, pálido como un muerto.

En Roma, los españoles de paso, todos gentes de sanas ideas que llegaban para ver al Papa, torcían el gesto al enterarse de su origen. «¡Ah! ¡Usted es la hija de Enrique de Castro!...» Y ella parecía encogerse, pedir perdón con sus ojos tristes y humildes. Yo no reniego de mi abuelo añadía Atilio . Me hubiese gustado conocerle.

Todo le había sido fácil en los primeros tiempos. Recordaba a su madre, una señora pálida y cortés, de personalidad algo borrosa, que parecía encogerse como oprimida por la majestad del esposo. Su amor a Fernando, el hijo primogénito, era el único sentimiento vehemente que desdoblaba y hacía vibrar con energía su dulce pasividad.

Y sintiendo que los suyos estaban vacíos, volvió á encogerse de hombros. ¿A él qué le importaba que el cielo se venga abajo? Y siguió haciendo su ronda. Al pasar delante de dos personas que hablaban, pescó lo que una de ellas que tenía en el cuello rosarios y escapularios, decía en tagalo: Los frailes pueden más que el General, no seas simple; éste se va y ellos se quedan.

Y la señora de López Moreno enarbolaba el suyo robustísimo, con gesto horrible de amenaza. ¡Pero si don Carlos es muy alto, moreno, con barba negra!... Yo le conocí en Vevey... Pues vendría disfrazado; no es tan difícil teñirse la barba de rubio. Pero es imposible, teniendo dos metros de largo, encogerse hasta tener la mitad.

Era quizás el único filipino que podía impunemente ir á pié con chistera y levita así como su amigo era el primer español que se reía del prestigio de la raza. El francés me ha gratificado muy bien, decía sonriendo y enseñando sus pintorescas encías que parecían una calle despues de un incendio; ¡he tenido buena mano en pegar los carteles! Camaroncocido volvió á encogerse de hombros.

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