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Actualizado: 22 de junio de 2025
Ya se me está agotando la paciencia a vuestro respecto, viéndoos siempre empollando un huevo huero, como si no hubiera otros en el mundo. Conque no se case una de las dos hermanas basta, y yo haré honor al celibato, porque Dios me puso en el mundo para eso. ¡Vamos! ahora podemos bajar. Estoy realmente tan bien entrazada como puede estarlo un espantajo.
Sobre todo, entra a matar de veras y no se sale del terreno de la verdad. Las buenas mozas amigas del diestro agitábanse borrachas de entusiasmo, con histéricas contorsiones, los ojos lacrimosos, la boca chorreante, agotando en plena tarde el léxico de palabras amorosas que sólo usaban por la noche.
El cansancio, lo poco variado y apetitoso de la alimentación, el miedo, el mal humor y hasta el aburrimiento trajeron la enfermedad a bordo. En pos de ella vino la muerte y empezó a sacrificar víctimas. La resignación y la paciencia se fueron agotando. El amor, el respeto y la confianza que Morsamor inspiraba se trocaban ya en descontento y hasta en odio.
Á esta tarea excesiva y abrumadora, que lentamente iba agotando mis fuerzas, había que añadir las privaciones é inquietudes de la vida anormal que llevábamos los habitantes de París: mala comida, escasez de carbón, alumbrado defectuoso, noches en vela por las señales de alarma y el bullicio de la gente al anunciarse un ataque aéreo de los «Gothas».
Azoraba todo esto a Currita, pareciéndole indicio cierto de conjura sospechosa, y al mismo tiempo que procuraba sostener y animar la desmayada conversación de sus comensales, prestaba oído atento a lo que por fuera del comedor pasaba... Sucedía de ordinario los viernes que, aun antes de terminarse la comida, poblaban ya los salones gran número de tertulianos que se apoderaban de las mesas de tresillo y de billar y formaban grupos y corrillos llenos de la alborotada animación, que duraba siempre hasta muy entrada la madrugada... Nada se oía aquella noche, y cada vez más inquieta Currita procuraba alargar la comida, agotando todos los recursos de su ingenio e intercalando entre plato y plato historietas que equivalían a las más picantes salsas, con el fin de dar tiempo a la llegada de la gente y evitar que los comensales recibiesen la mala impresión de encontrar los salones desiertos.
Los historiadores extranjeros le mostraban la triste suerte de España, estacionada en el período crítico de su desarrollo, cuando salía joven y vigorosa del fecundo período de la Edad Media, por el fanatismo de sacerdotes e inquisidores y la demencia de unos reyes que, faltos de medios, quisieron resucitar la monarquía de los Césares, agotando al país en esta empresa de locos.
Primero, la dejé esperar y consumirse durante siete años, dividida entre la esperanza y el desaliento, agotando así su energía y sus fuerzas, ¡y Dios sabe que no tenía muchas! Después la arrastré, débil de cuerpo, abatida de espíritu, a este infierno donde todo el mundo le era hostil, y aun más hostil que todos, la que mejor habría debido sostenerla. ¡Y yo mismo!
El señor Orgaz se atrevió a murmurar: Hombre, eso de exigir... Sí, señor; exigir. ¡Y hago la cuestión personal! Pero ¿qué es lo que usted exige? preguntó el muchacho agotando su valor en este rasgo de energía. Exijo lo que tengo derecho a exigir, eso es; y repito que hago la cuestión personal. ¿Pero qué cuestión? ¡Esa! Joaquinito volvió a encogerse de hombros, pálido como un muerto.
Aliviada la situación en Inglaterra, Alemania y Holanda, por la Reforma, que secularizó los bienes eclesiásticos y suprimió la deprimente confesión auricular y el dispendioso culto de las reliquias, y agravada en Francia por las Dragonadas y la expulsión de los hugonotes, que exportó para aquellos países, con los industriales, las industrias francesas, este país, que había alcanzado en l'élite qui fait la foule, un más alto nivel de cultura, y no tenía, como la España, un continente colonial para ordeñarlo en beneficio de la metrópoli, vino a ser el paraje en que hicieron crisis las iniquidades de la civilización cristiana, agotando los límites de la dignidad humana agrandada y de la paciencia achicada por los filósofos del siglo XVIII.
Palabra del Dia
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