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De pronto el marido se encaró con el médico, y preguntándole broncamente: ¿Dice usted... que esa mujer está encinta? Lo ha dicho usted. Sim contestó Duhamel meneando la cabeza afirmativamente, con rítmica precisión. ¿De cuántos meses? Acrescento que de cuatro. O tempo justo que hará que se casó....

El mundo de las ciencias se halla lleno de fenómenos visibles producidos por causas desconocidas. ¿Por qué la señora de L..., a quien conocéis como yo, tiene en el hombro izquierdo una cereza perfectamente pintada? ¿Es, acaso, como dicen, porque, hallándose encinta su madre, sintió ésta grandes deseos, que no pudo satisfacer, de comerse una cesta de cerezas expuestas en el escaparate de Chevet? ¿Qué artista invisible ha dibujado esta fruta sobre el cuerpo de un feto de seis semanas, del tamaño de un langostino mediano? ¿Cómo explicar esta acción especial de lo moral sobre lo físico? ¿Y por qué la cereza de la señora de L... adquiere cierta tumefacción y sensibilidad en el mes de abril de cada año, cuando están flor los cerezos?

Si la tercera mata, dejémosla estar en el platillo y que la coma su abuela. Andando los tiempos vinieron los de ño Cerezo, el aceitunero del Puente, un vejestorio que a los setenta años de edad dió pie para que le sacasen esta ingeniosa y epigramática redondilla: Dicen por ahí que Cerezo tiene encinta a su mujer. Digo que no puede ser, porque no puede ser eso.

Uno solo, el bufón, el tío Manolillo, había adivinado el secreto del confesor del rey, y esto en vagas y fugitivas señales, cuando los celos devoraban al religioso, al oír decir al rey: Fray Luis, rogad á Dios por la vida de mi muy amada esposa; anoche su majestad me ha revelado que está encinta. Dos veces que el rey dijo esto al padre Aliaga, fué en presencia del tío Manolillo.

, señor, ahora me atrevo... y no respondo de volver a atreverme jamás. Le confesó que estaba encinta.

Pues más voy á tardar dijo Montiño entrando en una pequeña habitación y sacudiendo su capa, que estaba empapada por la lluvia. ¿Cómo que vas á tardar, Francisco? dijo una joven hermosa también, y como de veinte años, que al levantarse para tomar la capa del cocinero mayor, dejó ver que estaba abultadamente encinta.

Y como no le hacían caso, y se reían de ella y hasta la dejaban sola, para correr por la casa y refrescar y tocar el piano y cantar, toda vez que ella misma confesaba que no le dolía nada, se tiraba la dama encinta de los pelos, insultaba medio en broma, medio en veras, a sus amigas y amigos llamándolos verdugos, y proponiéndoles que pariesen por ella y que verían.

Más de dos semanas dio pasto a las lenguas ociosas de León el singular suceso de la llegada de Lucía González, sola, triste, desmejorada y encinta, a la casa paterna.

Añadía el padre Arce que por él no había de ir otra almita al limbo, que no se sentía con hígados para hacer un feo a antojos de mujer encinta. El vicario foráneo se vió de los hombres más apurados para dar su fallo, y solicitó el dictamen de Matalinares, que era a la sazón fiscal de la Audiencia de Lima.

Sintió también que le asían las manos otras manos despojadas de carne, consuntas, amojamadas y momias; comprendió que la guiaban hacia el estrado, y que le ofrecían uno de los sitiales, y apenas se hubo sentado en él, conoció con terror que el asiento se desvencijaba, se hundía; que se largaba cada pedazo del sitial por su lado sin crujidos ni resistencia; y con el instinto de la mujer encinta, se puso de pie, dejando que la última prenda del esplendor de los Limiosos se derrumbase en el suelo para siempre....