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Actualizado: 22 de junio de 2025
Encendió la criada la lámpara de velar, con su bombillo de ópalo: salió de puntillas: cerró la puerta con mucho cuidado. Y en cuanto estuvo cerrada la puerta, relucieron dos ojitos en el borde de la sábana: se alzó de repente la cubierta rubia: de rodillas en la cama, le dio toda la luz a la lámpara de velar: y se echó sobre el juguete que puso a los pies, sobre la muñeca negra.
Una noche sintió pasos muy quedos cerca de su cama; luego un aliento helado sobre el rostro, al par que una voz sepulcral murmuraba en las tinieblas: «¡Qué frío tengo!» Encendió la vela creyendo que sería la criada que en el mismo cuarto dormía; pero al ver á ésta reposando tranquila, se puso á rezar con toda calma por el ánima cuya visita acababa de recibir.
No se veía ya a los estudiantes. Encendió con mano trémula un cigarrillo, y apenas se lo hubo fumado, encendió otro. «¡Vaya una aventura! se dijo . Será un milagro que no me resfríe. Acaso la tuberculosis en perspectiva... Por fortuna, no me han dado alcance los estudiantes, aunque corrían de lo lindo. Uno no cesaba de gritar: «¡Alto!» ¡Era terrible!»
Las pocas gotas de sangre que doña Carmen tenía ya en su arruinado cuerpo le subieron de golpe al rostro y lo tiñeron levemente de rojo. Me han dicho ... que estabas deseando mi muerte. A su vez la rica sangre de Clementina acudió atropelladamente a sus mejillas y las encendió con vivos colores. Ambas se miraron un instante confusas.
El buen humor, empujado por el vino, comenzaba a hacer de las suyas: las dos mujeres, menos acostumbradas a la bebida, decían mil atrevidos disparates; Damián y Luis hablaban como en el café, contando cuentos verdes; por último, Casilda, algo alegrilla y deseosa de desplegar lujo, encendió todas las bujías de dos candelabros que adornaban la chimenea.
Al penetrar de nuevo en el salón, Ricardo sonreía como un bienaventurado. El brillo de la araña le trastornó un poco y se apresuró a sentarse. El gabinete de María, al llegar a él su dueña, estaba sumido en las tinieblas. Buscó a tientas las cerillas y encendió una lámpara de bomba esmerilada. Estaba decorado con lujo y con un gusto que rara vez suele verse en los pueblos secundarios.
28 Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos varones, Eliab se encendió en ira contra David, y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿Y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. 29 Y David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? Estas, ¿no son palabras?
Bebió dos tazas de café negro y espeso, y encendió un cigarro enorme, quedando con los codos en la mesa y la mandíbula apoyada en las manos, mirando con ojos soñolientos a los huéspedes que poco a poco ocupaban el comedor.
Y mi amigo Reginaldo, rubio, de piernas largas y seis pies de alto, el tipo perfecto del inglés muscular y flexible, aun cuando estaba dedicado al comercio de frivolidades y monadas femeninas, se calló lanzando un sordo gruñido de disgusto, y encendió cuidadosamente un nuevo cigarro.
3 Se enojó asimismo con furor contra sus tres amigos, por cuanto no hallaban qué responder, habiendo condenado a Job. 5 Pero viendo Eliú que no había respuesta en la boca de aquellos tres varones, su furor se encendió. 7 Yo decía: Los días hablarán, y la muchedumbre de años declarará sabiduría. 8 Ciertamente espíritu hay en el hombre, e inspiración del Omnipotente los hace que entiendan.
Palabra del Dia
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