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Dice que La dicha primera parte, que diximos ser llamada Triaca del anima, fué hecha en loor y solemnidad de la fiesta de nuestra señora de la encarnacion: para que si quisieren la puedan representar por farsa las devotas religiosas en sus monasterios; en la cual farsa no interviene figura de hombre, sino de ángeles y donzellas.

Los caballeros no desdeñaban alternar con él. Los artesanos, á cuya clase pertenecía, le respetaban como su ideal: era la encarnación de sus gustos y deseos. Pontes, con quien había trabado amistad hacía algunos años, le adoraba.

De los dos hijos, Encarnación recogió al pequeñuelo, e Isidora partió al Tomelloso a vivir al amparo de su tío el Canónigo. De lo demás, algo sabe el lector, y el resto, que es mucho y bueno, irá saliendo. «¿Sabes que estás muy cesantadijo la Sanguijuelera, observando el vestido y las botas de Isidora, cosas que en verdad dejaban mucho que desear.

En 1552 fundó el mercader Francisco Baena la capilla del Nacimiento en la Catedral, pintando para el retablo Luís de Vargas ocho tablas, representando en la principal la Adoración de los pastores, y en las otras los Evangelistas, la Encarnación, la Circuncisión y la Epifanía.

En el altar mayor dejó una Asunción, La Visitación de Santa Isabel á la Virgen, La Encarnación, El Nacimiento de Jesús, La Adoración de los Reyes, los cuatro doctores de la Iglesia, San Buenaventura y un crucificado, y en otros retablos las imágenes de Santo Domingo, Santo Tomás y San Vicente Ferrer.

Tres días después volvió Mariano solo. Parecía más ágil, más despabilado, más dueño de su pensamiento y de su palabra. «¿Vienes solo? le preguntó Isidora, asombrada de que no le acompañara su tía. Solito. ¿Y tu tía Encarnación? ¿La vieja? En su casa. Yo soy hombre... De consiguiente, no necesito que me lleven y me traigan. ¿Has ido al trabajo? . ¡Mentiroso!

A su parecer no respiraba; el oído y la vista daban de rato en rato alguna impresión fugaz de la vida exterior; pero estas impresiones eran como algo que pasaba, siempre de izquierda a derecha. Creyó ver a Segunda y oírla hablar con Encarnación; pero hablaban a la carrera, como seres endemoniados, pasando y perdiéndose en un término vago que caía hacia la mano derecha.

El talabartero casi bajó en brazos a su cuñado, monopolizándolo, gritando y manoteando en nombre de la familia para que nadie lo tocase, como si fuese un enfermo. Aquí lo tienes, Encarnación dijo empujándolo hacia su mujer . ¡Ni el propio Roger de Flor!

Tu proeza ilumina ¡oh Sol preclaro! el siglo que tu mérito abrillanta. Eres genio del mundo, eterno faro; y encarnación de Dios es tu obra santa. Tu sátira donosa fué la fusta con que abatiste el vil positivismo. Retrata enteramente tu obra augusta a esa edad de prosáico realismo.

Nada hay ridículo cuando todos, sin excepción, participan de la extravagancia, y sobre todo cuando el azote o las lavativas de ají están ahí para poneros serios como estatuas si os viene la tentación de reiros. Los serenos cantan a cada cuarto de hora: ¡Viva el ilustre Restaurador! ¡Viva doña Encarnación Ezcurra! ¡Mueran los impíos unitarios!