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Actualizado: 3 de octubre de 2025
En aquel momento le tocaba hacer una figura del rigodón y se alejó con Emilita. María Josefa, que bailaba más lejos, se acercó un instante con su pareja, que era un teniente del batallón de Pontevedra. ¡Vamos, D. Santos, no sea usted cruel! ¿Por qué no va usted a hacer compañía a Fernanda, que está allí sola? En efecto, la amiguita de la rica heredera había hallado pareja para el baile.
Emilita, confusa y avergonzada, con las mejillas convertidas en dos brasas, se acercó vacilante al heroico capitán de Pontevedra, fértil en toda clase de astucias, y le rozó con el carmín de los labios la tierra amarillenta de sus mejillas.
Viéndose oprimido por tales vejestorios, el injusto forzador quedó amoscado y estuvo a punto de protestar contra la designación de Emilita y faltar a todas las reglas de la galantería, pero se contuvo. Al tiempo de sentarse se le ocurrió exclamar mirando a entrambos lados y parodiando a Napoleón: Desde lo alto de estas dos sillas, cuarenta siglos me contemplan.
Pero la que más gritaba y gesticulaba era, como es fácil de comprender, la interesada. Sin embargo, don Cristóbal, viendo que aquello llevaba trazas de no concluir, y queriendo dejar a salvo la formalidad de su progenie, intervino en la disputa como un dios majestuoso que extiende la diestra para calmar las olas del mar embravecido. Emilita pronunció con firmeza, juego es juego.
La heredera de Estrada-Rosa se volvió rápidamente y hundió el rostro, cubierto de rubor, en las almohadas. El aumento del contingente. Las terribles dificultades que debían de surgir para el matrimonio de Emilita, a causa de las opiniones antibélicas de su padre, se orillaron con más facilidad de lo que podía esperarse.
Emilita le hizo suyo llamándole cazurro y dándole pellizcos por «pícaro y burlón»; ¡a él, a quien había que sacar las palabras con tirabuzón y en su vida había gastado la más sencilla chanza! Con este memorable suceso, la familia Mateo andaba bastante dislocada. Jovita, Micaela y Socorro, hermanas legítimas de la afortunada doncella, sentíanse celosas y lisonjeadas a la vez.
Por tales razones y porque Carmelita así la llamase con frecuencia, D.ª Nuncia, que pasaba algo de los ochenta, era conocida en Lancia por el sobrenombre de «la Niña.» En los amores de Emilita Mateo se portaron ambas hermanas heroicamente. El capitán Núñez fue bloqueado en toda regla.
De aquí la sonrisa baironiana que aparece en su rostro al observar la dicha que arde en los ojos de una desposada. Emilita había cambiado de carácter en un cuarto de hora. Todo lo juguetona y pizpireta que se había mostrado hasta entonces, aparecía ahora grave y espetada.
¿Conque ha estado usted enamorada de un militar? preguntó con graciosa volubilidad Emilita, dirigiendo al mismo tiempo una mirada provocativa a Núñez. Pues ha tenido usted bien mal gusto.
Y si no, ya veréis el día que se case, ¡qué cambio en la población! prosiguió Manuel Antonio. Tendremos banquetes a diario y bailes y giras campestres... ¡Pero si a Fernanda no le gustan los bailes! exclamó Emilita Mateo, que bailaba con Paco Gómez y daba la espalda al grupo. Yo no he hablado para nada de Fernanda, niña repuso el marica en tono severo.
Palabra del Dia
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