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Actualizado: 23 de mayo de 2025
No se podía marchar, aunque iba comprendiendo que la idea que a tal sitio la llevó era una locura, como las que se hacen en sueños. Uno de los muchos desvaríos que se sucedieron en su mente fue imaginar que tal o cual hombre de los que vio salir era amante de Jacinta. «Porque a mí no me digan que es virtuosa... Vaya unos embustes que corre la gente.
Por otra parte, don Andrés temblaba al pensar en el furor de doña Inés cuando descubriese que Juanita, con su hipocresía y sus embustes, la había estado engañando, y que en vez de meterse monja se casaba con don Paco, y daba por madrastra a ella, enlazada ya con la familia más noble de toda aquella comarca después de la familia del duque, a la hija ilegítima de una mondonguera.
Ahora pagarían sus embustes siempre que se les pedía un libro moderno: el negar su existencia o el afirmar que lo tenía otro lector entre manos; aquel deseo de que no se leyesen mas que obras rancias, de inútil erudición, mamotretos enojosos que repelían a la gente, quitándola los deseos de instruirse.
Era cerca de media noche. Los pasajeros más corteses iban saludando a las señoras que habían intervenido en el concierto, sonando en su coro de alabanzas los más estupendos embustes. Todas ellas aceptaban sin pestañear la afirmación de que en caso de pobreza podían ganarse la vida con su talento musical. Mrs.
Pero, en suma, ¿qué podrían decir? Los embustes que todos repetían en Villaverde, y ¡nada más! Cuando me levanté de la mecedora para cerrar el balcón, daban las doce en el reloj del escritorio. Allá, en el fondo del jardín, seguía cantando el trovador alado.
Ora el misticismo amoroso y caballeresco la ensalza y la purifica como algo venido del Empíreo, como fuente inexhausta de todo noble sentir y de todo arranque generoso, y crea la Beatriz y la Laura de los egregios poetas, ora el ascetismo adusto la aborrece y la teme, como nido de víboras, como oficina de embustes y de pecados, y como el más seguro anzuelo de que se vale Satanás para perdernos.
¿Y usté cree esos embustes, criatura? ¿No ve que son invensiones de gentes que la quieren mal?... Envidias na más. No; conozco a Juan. ¿Usté cree que esto es lo primero?... El es como es, y no puee ser de otro modo. ¡Mardito ofisio, que paece volver locos a los hombres!
Era preciso ocultar esto a la vigilancia fiscal de D. Francisco que en todo se metía, que interpelaba hasta por un carrete de algodón no presupuesto en su plan de gastos. Rosalía se desvelaba pensando en los embustes que habían de servirle de descargo en caso de sorpresa. ¿Con qué patrañas explicaría el crecimiento grande de la riqueza y variedad de su guardarropa?
Que no se fiase de su poder, pues Dios Nuestro Señor y la Majestad Católica del Rey, no tenían lejos las armas, aun de aquellos desiertos remotos, para hacerle pagar un atentado tan temerario é injusto; y por fin, que no esperase contrastar con sus embustes la piedad y celo de aquella piadosa ciudad y sus regidores. Replicóle el hombre perdido con furia que obedeciese.
El tal Cienllamas y Chispa y Redina comenzaron a sacalle arrastrando, diciéndole, entre algunos puñetes y mojicones: No penséis, ladrón, que os habéis de escapar con esos embustes de nuestras manos; que ya os conocemos.
Palabra del Dia
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