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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Si no hubo más que la oficiosidad y destreza de Antoñona y la debilidad con que D. Luis se comprometió a acudir a la cita, ¿para qué forjar embustes y traer a los dos amantes como arrastrados por la fatalidad a que se vean y hablen a solas con gravísimo peligro de la virtud y entereza de ambos? Nada de eso.
Para evitar nuevas complicaciones en sus embustes, don José siguió inventando una correspondencia que nunca llegaba a sus manos, por ir dirigida a otro. Doña Sol escribía, según él, al marqués por los asuntos de su fortuna, y al final de todas las cartas preguntaba por la salud de Gallardo. Otras veces eran las cartas a un primo suyo, y en ellas había iguales recuerdos para el torero.
Pero tengo la seguridad de que si llegara á enamorarse de veras, sin frases, sin embustes pasionales, su afecto sería más sano y profundo que el de los otros hombres.... Mi amiga la doctora dice que son ustedes un pueblo crudo, que sólo ha tomado en apariencia las nerviosidades, desequilibrios y cabildeos que acompañan al amor en otros países civilizados hasta el refinamiento.
Atravesaba Madrid con el rubor del pedigüeño, con la vileza del mendigo de levita, inventando embustes para comer, mientras los hambrientos de blusa encontraban siempre un medio para satisfacer su hambre.
Vive para tus tías, vive para ser feliz, que yo buscaré en Dios otra felicidad mejor que todas esas tan codiciadas en el mundo. «No pienses que el término de nuestros amores se debe a todos esos embustes que corren en Villaverde, que trajeron hasta aquí las Castro Pérez, y de los cuales tú mismo me has hablado; no, Rodolfo: no soy injusta ni ligera. Ya me conoces.
Las actuaciones del proceso iban a ser cortas. Al único que se habían llevado a Ibiza para meterlo en la cárcel era al Cantó, por sus amenazas y mentiras. Intentaba hacer creer que era él quien había ido en busca del odiado mallorquín; ensalzaba al verro como una víctima inocente; pero de un momento a otro le pondría en libertad la justicia, cansada de sus trapacerías y embustes.
Ni Pablo Aquiles ni las niñas sabían nada, y si Pablo Aquiles lo había oído, no lo creía, más por repugnancia de semejante parentesco, que por falta de convicción o sobra de dudas; pero, como de casi todas las baraúndas domésticas era el niño el principal causante, por ser correo de chismes y tejedor de embustes, cuando el viejo estaba en la calle y la cara aceitunada de Pepa, la madre, no estaba delante, entre Pablo y Gregoria y Gregoria y Casilda le daban tal vuelta de azotes y rociada de moquetes, que quedaba el chico hecho un ecce homo, sin temor a las reclamaciones y reconvenciones posteriores. ¡Cosa rara! la madre, en estas circunstancias y en otras y en todas, no olvidaba su papel de mujer reposada, que todo lo tiene previsto y resuelto; cuidadosa de no ponerse mal con los niños, evitando todo choque con habilidad estudiada, acudía a calmar al inocente con un par de sonoras palmadas, que daban fin al asunto, aunque no al llanto de la víctima.
Por esos mundos sería yo una doña Luz algo misteriosa, de quien cada cual imaginaría mil horrores. Empezarían por afirmar una verdad, para inventar y poner sobre ella millón y medio de embustes. La verdad sería que soy hija de un marqués calavera y arruinado, y de una tal Antonia Gutiérrez, soltera y costurera, con quien mi padre tuvo amores.
Por sus risas y cuchicheos comprendí que durante todo el día se habían divertido con los embustes de aquel buen señor, quien no ponía freno a su voluble lengua, ni aun en las circunstancias más críticas y dolorosas. El cirujano dijo que convenía dejar reposar al herido, y no sostener en su presencia conversación alguna, sobre todo si ésta se refería al pasado desastre.
Llegó el día de apartarme de la mejor vida que hallo haber pasado. Dios sabe lo que sentí el dejar tantos amigos y apasionados, que eran sin número. Vendí lo poco que tenía, de secreto, para el camino, y con ayuda de unos embustes hice hasta seiscientos reales.
Palabra del Dia
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