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Actualizado: 8 de octubre de 2025


La abuela tiene la costumbre de consultar con él todos sus asuntos, pequeños y grandes. Era, pues, el caso de hacerlo. En cuanto entramos en su despacho, el padre Tomás comprendió que había electricidad en el aire. ¿La señorita Magdalena ha roto su muñeca? preguntó sonriendo al ver la seriedad de la abuela.

El cielo de triste azul relampagueaba y temblaba cargado de electricidad, sin soltar una lágrima de lluvia; el suelo de bronce no permitía que la más leve brizna de hierba adornase sus peñascales; la llama y la vicuña torcían su carrera de trote femenil para no internarse en esta desolación, glacial unas veces, tórrida otras.

La naturaleza física está inundada de flúidos cuyas calidades va descubriendo todos los dias la observacion científica; los fenómenos de la electricidad y del galvanismo nos han revelado secretos que no sospechábamos siquiera; ¿quién sabe por qué medios funciona, ese vasto y complicado sistema de la vida animal, desparramado por el universo?... Es probable que hay profundos secretos que descubrir en la correspondencia de las organizaciones, y en el modo con que influyen unas sobre otras; pero secretos que quizás estén velados para siempre á los ojos del débil mortal.

Respirábase en el comedor un ambiente cargado de discreción, que á nuestro mancebo le producía la misma inquietud y malestar y los mismos desmayos enervantes que si estuviese cargado de electricidad. Y ya se entregaba lánguidamente á pensamientos tristes de muerte, cuando empezaron á dibujarse en su desmayado espíritu los contornos de una idea fortificante y regeneradora: la idea de marcharse.

Mi cabeza no puede apreciar bien... Padezco de olvidos de nombres y cosas. ¿A qué llama usted una chuleta? añadió llevándose la mano a las erizadas crines, por donde se le escapaba la memoria y le entraba la electricidad . ¿Por ventura, lo que usted llama... no cómo, es un pedazo de carne con un rabito que es de hueso? Justo. Llamaré para que se la traigan. No se moleste, señora. Yo llamaré.

Con el instinto infalible de los corazones generosos, comprendió que si aquella tierra no daba amor era porque hasta entonces sólo se había sembrado odio. Los afectos dulces residen en todo ser humano, como en todo cuerpo la electricidad: mas para hacerlos vibrar, precisa someterlos a una fuerte corriente de cariño por algún tiempo. Y esto fué lo que hizo D.ª Carmen con su hijastra.

No hablo, por cierto, de las maravillas de la electricidad, de la fotografía, de la imprenta e de la medicina, que eran cosas abstractas para en ese tiempo: hablo de los carros, de los carruajes, de los vendedores ambulantes, del adoquinado, del agua corriente, que no podía comprender cómo manaba de una pared con sólo dar vuelta a una llave; del gas, que me producía verdadero delirio cada vez que pensaba en él; de las casas de vistas , de las vidrieras lujosas, del sombrero, de la ropa y hasta del modo de reír y conversar de las gentes.

La vida parecía acrecentarse al paladearlos; los sentidos cobraban nueva intensidad; la sangre ardía atropellándose en su circulación, y el olfato se excitaba sintiendo anhelos desconocidos, como si husmease una electricidad nueva en la atmósfera. La pareja de viajeros bebía de todo, después de resistir con débiles protestas las invitaciones de Luis.

Y así es el hombre de La Edad de Oro, que en cada número quisiera poner el mundo para los niños, a más de su corazón; pero en la imprenta dicen que el corazón cabe siempre, y el mundo no, ni el artículo de La Luz Eléctrica, que cuenta cómo se hace la luz, y qué cosa es la electricidad, y cómo se enciende y se apaga, y muchas cosas que parecen sueño, o cosa de lo más hondo y hermoso del cielo: porque la luz eléctrica es como la de las estrellas, y hace pensar en que las cosas tienen alma, como dijo en sus versos latinos un poeta, Lucrecio, que hubo en Roma, y en que ha de parar el mundo, cuando sean buenos todos los hombres, en una vida de mucha dicha y claridad, donde no haya odio ni ruido, ni noche ni día, sino un gusto de vivir, queriéndose todos como hermanos, y en el alma una fuerza serena, como la de la luz eléctrica.

En su pensamiento, asociaba la sonriente bondad de Roussel con la sequedad angulosa de la señorita Guichard y no se daba cuenta de la posibilidad de una unión entre estos dos seres tan poco á propósito para entenderse. En verdad, comprendía que se hubiesen repelido, como los elementos afines de la electricidad, y adivinaba qué sacudidas habían debido producir esas corrientes encontradas.

Palabra del Dia

aprietes

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