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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Pero a todo el mundo le parecían sus actos meritorios la cosa más natural, ya que los ejecutaba por instinto, y a nadie se le ocurría concederle una recompensa, considerándolo casi como a un perro de Terranova. A la edad de veinte años entró en quintas y obtuvo un número alto, gracias a una novena que hizo, en unión de su familia.
En una palabra, un gran artista que discurría como Miguel Ángel y ejecutaba como Velázquez. Lo que no tenía, por ser español, era dinero; mas a consecuencia de haber enviado obras a exposiciones extranjeras y haber retratado a una embajadora hermosísima, era su nombre conocido en toda Europa.
Hasta que la enferma sanase no había buen humor en la casa. Era un marido cominero. Para eso tal vez no le faltaba razón. La apatía de su mujer era tan grande, que si él no se encargase de tomar la cuenta a la cocinera y manejar las llaves de los armarios, Dios sabe cómo andaría la casa. Mariana no disponía ni ejecutaba nada. Su papel era el de una hija de familia, y lo aceptaba sin pesar.
Ninguno con más primor ejecutaba las mudanzas y saltaba delante de su pareja: en esta ocasión no le valieron sus ágiles piernas: aunque corría como un gamo por el monte abajo, Ramiro le alcanzó repetidas veces con su palo.
Le gustaba imitar los gestos y las palabras de las personas que veía en casa de ella, y lo ejecutaba tan a la perfección que la dama reía con verdadera gana. A veces le suplicaba por favor que cesase, pues le hacía daño tanta risa. Raimundo poseía este don de observar los más insignificantes modales de las personas y reproducirlos después admirablemente.
Volvieron a hablarse, pero completamente solos, en creciente intimidad, sin prestar atención a la orquesta, que ejecutaba su concierto nocturno de valses sin fijarse en las miradas curiosas de algunos paseantes que parecían tomar nota del repentino acercamiento de dos personas que hasta entonces nadie había visto juntas. Una tos seca y persistente hizo volver la vista a Fernando. Era Mrs.
Pensó con alegría que lo que su novia ejecutaba, después de todo, nada tenía de censurable; que su piedad y su misticismo eran el reflejo de un noble y elevado espíritu; que esta misma piedad era la prenda más segura de su felicidad conyugal, pues la guardaría de las vanidades a que otras mujeres se entregan después de casadas; que nada tenía de particular que la pobrecita desease que su novio fuese creyente y devoto, dadas sus ideas acerca de la salvación eterna, y que en este concepto él había hecho muy mal en contrariarla de un modo tan obstinado, hiriéndola en lo más vivo de su fe sencilla y admirable.
Bob Cass ejecutaba las figuras de un «hornpipe». Muy orgulloso con la agilidad de su hijo, el squire declaró repetidas veces que Bob era exactamente lo que había sido él en su juventud, con un tono de voz que implicaba que aquella habilidad era el rasgo supremo de mérito en la mocedad.
Ya adoptaba posturas de ángel de Murillo; ya cogía un objeto y acertaba a llevarlo a la cálida boca, en la impaciencia de la dentición retrasada; ya ejecutaba con indecible monería ese movimiento cautivador entre todos los de los niños pequeños, de tender no sólo los brazos, sino el cuerpo entero, con abandono absoluto, hacia la persona que les es simpática; actitud que las nodrizas llaman irse con la gente.
Veíale, de pronto, inclinar su cabeza sobre el pecho, el arpa escaparse de sus manos, y su rostro inundarse de lágrimas, que procuraba ocultar con una sonrisa; luego, para desechar su melancolía, ejecutaba algún bolero o alguna graciosa barcarola. »Nada igualaba a la bondad de su corazón, pero encontraba en su carácter contradicciones que me sorprendían y que no podía explicarme.
Palabra del Dia
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