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Actualizado: 6 de junio de 2025


Pero pongamos a un lado estas sabias disquisiciones y contentémonos con declarar que, allá por el tiempo en que ocurría lo que voy contando, era punto menos que imposible proveerse en el Brasil de leche de vacas y butiro fresco para tomar el , por donde, cuando un egregio personaje quería tomarle en compañía de alguna dama muy querida, enviaba él de antemano a la casa de ella la leche de vacas y la manteca.

En tal momento se alzó de su silla el médico de las minas, y después de pasear su negra mirada agresiva por los comensales, alzó una copa y dijo: El egregio duque de Requena nos acaba de decir, con una modestia que le honra, que el secreto de su fortuna estaba simplemente en el trabajo y la honradez. Permitidme que lo dude.

Alguna vez se dignaba sonreir el egregio huésped y hacía a su bella interlocutora el honor de levantar los caídos párpados para fijar en ella una mirada de curiosidad y simpatía. La joven, exaltada por aquella honra, con las mejillas encendidas y los ojos brillantes, departía con fácil ingenio y palabra, mostrando tanta gracia y finura, que el Duque quedó de ella altamente complacido.

El egregio poeta Gil Vicente había compuesto un auto alegórico y mitológico para celebrar la boda de la Infanta y desearle toda ventura en su viaje a los Estados de su esposo. El auto se representó en palacio con gran lujo y primor en los adornos y vestimentas de cuantos farsantes figuraron en él.

Alli son medallones y nichos, y aqui relieves con anchas fajas de grotescos, follages, figuras y cabecitas prominentes; pero todo es obra del egregio prelado de la sangre real de Austria. Véase la lámina que representa este interior. El actual embovedado se construyó desde el año 1713 al 1723, costeando generosamente muchos prebendados las bóvedas de algunas naves.

Gracias, oh madre antigua, por el presente regio que a la abundancia sumas de tus pasados dones. ¿Qué más que la embajada de tu poeta egregio, qué más que su exquisito y vasto florilegio para sellar afectos y sugerir uniones? España: está en el mundo tu alta misión fijada; en sueños de conquista tu acción total se inspira, tu historia está en América, en Flandes y en Granada.

En el viaje Desde Toledo a Madrid, del maestro Tirso de Molina, apenas había caminado legua y media y llegado a las ventas de Olías, cuando exclama la melindrosa Doña Mayor: nunca imaginé que era tan largo el mundo. En cambio, el egregio poeta Leopardi prorrumpe en amargos lamentos porque el mundo le parece muy chico.

Lo recitó de buena fe, con la convicción de que estaba trabajando por la gloria de su país. Celebraba la llegada del grande hombre como la aparición del día, con enfático lenguaje: «Egregio professore: Voi siete come la stella del mattino...». Y mientras aplaudían los compatriotas, «la estrella de la mañana» acariciábase las barbas y se afirmaba los lentes pensando en su contestación.

Es como flor que han respetado celliscas y avalanchas de pasión, flor abierta suavemente en cumbres llenas de sol, a donde sube el espíritu de sus quimeras en pos, para rezarte: "¡Oh, Hispania! ¡oh dulce idioma español, el del Arcipreste de Hita, el de Lope y Calderón, de Juan de Mena y Cervantes, de Pereda y de Galdós! ¡Oh dulce lengua, que irradias tu latina irisación y encierras la amplia eufonía de toda una selva en flor, pues eres susurro de agua, gorjeo de ave, canción de brisa leve en las hojas en mañanitas de sol...!" En esta lengua ¡oh Hispania! balbuciente formuló mi alma en los días niños sus caprichos, su candor; y en las horas juveniles, cuando hicieron irrupción en mi vida las primeras exaltaciones de amor, también fué tu idioma egregio el que sirvió a mi ilusión y la dió plumas divinas de mágico tornasol, para llegar hasta el fondo de un lejano corazón y decirle: "Ven conmigo y dame un beso de amor". Murió este amor.

Probablemente, si Francia y España no hubieran reclamado algo en balde para súbditos suyos, tal vez nunca hubieran tenido la ocurrencia de favorecer en Méjico á un partido monárquico y un tanto aristocrático y de ir allí á levantar el trono, que pagó más tarde muy caro un príncipe egregio y bondadoso.

Palabra del Dia

rigoleto

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