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En el viaje Desde Toledo a Madrid, del maestro Tirso de Molina, apenas había caminado legua y media y llegado a las ventas de Olías, cuando exclama la melindrosa Doña Mayor: nunca imaginé que era tan largo el mundo. En cambio, el egregio poeta Leopardi prorrumpe en amargos lamentos porque el mundo le parece muy chico.

Y para que no se le antojase volar más en toda la tarde, se presentó en el parque Visitación Olías de Cuervo, a quien el verano sentaba bien, y dejaba lucir trajes de percal fantásticos y baratos. Venía alegre, vaporosa, y con las apariencias de un torbellino; daba gana de cerrar los ojos al verla acercarse. En la calle la había querido abrazar un mozo de cordel.

Y resultó que envidiaban en secreto la hermosura y la fama de virtuosa de la Regenta no sólo Visitación Olías de Cuervo y Obdulia Fandiño y la baronesa de la Deuda Flotante, sino también la Gobernadora, y la de Páez y la señora de Carraspique y la de Rianzares o sea el Gran Constantino, y las criadas de la Marquesa y toda la aristocracia, y toda la clase media y hasta las mujeres del pueblo... y ¡quién lo dijera! la Marquesa misma, aquella doña Rufina tan liberal que con tanta magnanimidad se absolvía a misma de las ligerezas de la juventud... ¡y otras!

Llegó la noche oscura y acogímonos a casa todos. Entré y hallé al soldado de los trapos con una hacha de cera que le dieron para acompañar un difunto y se vino con ella. Llamábase éste Magazo, natural de Olías; había sido capitán en una comedia y combatido con moros en una danza. A los de Flandes decía que había estado en la China, y a los de la China en Flandes.

Y en tanto Foja, Mourelo, don Custodio, Guimarán, El Alerta y, entre bastidores, don Álvaro y Visitación Olías de Cuervo, trabajaban como titanes por derrumbar aquella montaña que tenían encima; el poder del Magistral.

Mira, esta noche le voy a sentar junto a ti, a ver, si después de la cena se atreve a decírtelo.... Pregúntaselo misma.... ¡Visitación! estás loca.... Ja, ja, ja... ahí le tienes... ahí le tienes.... Ya me contarás.... La de Olías de Cuervo soltó el brazo de Ana y desapareció entre los grupos que dificultaban el tránsito por el salón estrecho.

Una noche en la tertulia de Visitación Olías de Cuervo, Obdulia le había tocado con una rodilla en una pierna.