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Actualizado: 22 de junio de 2025
Dueñas, déselas Dios a quien las desee: mirando estoy dónde las echaré. QUEVEDO, Visita de los chistes. Meterte a sacomano me atreviera; mas ante Elvira aféitate la cara, y tal tu dura enjundia me prepara, que en ti abra cala un espetón siquiera. Desperdicios de un soneto.
Era una delicada atención de su parte. Sí, Zuzie, tenéis razón; pero después del acceso de emoción, hubo uno grande de alegría. Eso sí, lo reconozco. Cuando pensamos que bruscamente las dos éramos dueñas, pues lo que es de la una es de la otra, propietarias de un castillo, sin saber dónde se encontraba, cómo era, ni cuánto había costado; se asemejaba tanto a un cuento de hadas, que...
La reina mui alta, plañiendo sus ojos, De lágrimas cubra su noble regazo: Las otras doncellas se fagan retazo Los rostros é manos; é tomen enojos, Las sus vias sean por sendas de abrojos Vestidas con luto de roto pedazo: Las dueñas ancianas la tomen de brazo, E lloren con ella de preces é innojos.
Andad, hermano, mucho de enhoramala para vos y para quien acá os trujo, y tened cuenta con vuestro jumento, que las dueñas desta casa no estamos acostumbradas a semejantes haciendas. -Pues en verdad -respondió Sancho- que he oído yo decir a mi señor, que es zahorí de las historias, contando aquella de Lanzarote, cuando de Bretaña vino, que damas curaban dél, y dueñas del su rocino;
Estando, como queda dicho, mirándole todos, a deshora, entre las otras dueñas y doncellas de la duquesa, que le miraban, alzó la voz la desenvuelta y discreta Altisidora, y en son lastimero dijo: -Escucha, mal caballero; detén un poco las riendas; no fatigues las ijadas de tu mal regida bestia.
Vamos ahora a rapar estas dueñas, que a la vuelta yo le prometo a vuestra merced, como quien soy, de darme tanta priesa a salir de mi obligación, que vuestra merced se contente, y no le digo más. Y don Quijote respondió: -Pues con esa promesa, buen Sancho, voy consolado, y creo que la cumplirás, porque, en efecto, aunque tonto, eres hombre verídico.
Al día siguiente, las dueñas y las doncellas del cuarto de la duquesa fueron despedidas por el mayordomo. Pero, ¿por qué se nos despide? dijo una doncella que había sido envuelta sin culpa en el naufragio universal. No lo sé, señoras mías dijo el mayordomo ; no sé más, sino que su excelencia acaba de decirme que despida á sus dueñas y á sus doncellas. Y el mayordomo decía la verdad.
Dióse parte á deudos y amigos de estas bodas, encargáronse galas á Venecia, se renovaron muebles y se aumentó la servidumbre de la casa del duque de Gandía, con lo que hacía muchísimos años, desde la muerte de su madre, no había tenido, esto es: con dueñas y doncellas, y dos meses después de la petición, doña Juana de Velasco fué duquesa de Gandía.
Nace bien esta beldad extraordinaria, con el genio a sus plantas». Dos amigas están sentadas a la sombra de la magnolia, nuestra antigua conocida. En un sillón está sentada Lucía. Otras sillas de mimbre esperan a sus dueñas, que andan preparando dulces por los adentros de la casa, o con Ana, que no está bien hoy. Está muy pálida.
Encogió Sancho los hombros, obedeció y sentóse, y todas las doncellas y dueñas de la duquesa la rodearon, atentas, con grandísimo silencio, a escuchar lo que diría; pero la duquesa fue la que habló primero, diciendo: -Ahora que estamos solos, y que aquí no nos oye nadie, querría yo que el señor gobernador me asolviese ciertas dudas que tengo, nacidas de la historia que del gran don Quijote anda ya impresa; una de las cuales dudas es que, pues el buen Sancho nunca vio a Dulcinea, digo, a la señora Dulcinea del Toboso, ni le llevó la carta del señor don Quijote, porque se quedó en el libro de memoria en Sierra Morena, cómo se atrevió a fingir la respuesta, y aquello de que la halló ahechando trigo, siendo todo burla y mentira, y tan en daño de la buena opinión de la sin par Dulcinea, y todas que no vienen bien con la calidad y fidelidad de los buenos escuderos.
Palabra del Dia
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