Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 1 de junio de 2025


Don Diego traducía a su mujer los relatos interminables del guarda, pero la impaciencia febril de la enferma quitaba todo encanto a la excursión. La pobre niña no era dueña de misma; pertenecía a la enfermedad y a la muerte próxima. No caminaba nada más que por sentirse vivir, ni hablaba más que por oír su voz.

Además, entendía el matrimonio con arreglo á la tradición familiar: la mujer dueña absoluta del interior de la casa, pero confiada en los asuntos exteriores á la voluntad del señor, del guerrero, del jefe del hogar, sin permitirse pensamientos ni objeciones sobre sus actos. Fué Ulises el que adoptó por mismo la decisión de abandonar la vida de navegante.

Pues nosotros aceptamos dijo Francisca antes de que se lo preguntaran. Siempre encontraremos algunos amigos para hacer banda aparte, y será divertido... Y, sobre todo, muy fino para la dueña de la casa murmuró la abuela a la sordina. Me hace usted reflexionar dijo la de Aimont.

Con lo cual, señor Resmilla, lograríamos doble resultado: para el Señor la conquista de un alma; y para nuestro propósito la posesión de una voluntad, dueña, en plazo más o menos breve, de lo que desean poseer las Hijas de la Salve. Perfectamente. Considerado así el asunto, Vd., ¿qué cree que debamos hacer? Que mi hermano riña lo antes posible con la novia, y luego manejarla a ella.

La dueña de la casa le presentó sus mejillas y el conde le estrechó cordialmente la mano. Los cubiertos habían sido puestos sin mantel sobre una mesa biselada de encina tallada.

Ya no quiso separarse de la dueña de la casa, iniciando una conversación aparte, que pareció indignar á Pirovani. Al fin éste se levantó de su silla, necesitando protestar de tan descomedido acaparamiento, y dijo á Robledo: ¡Ha visto usted cómo viene vestido ese muerto de hambre!... No habían terminado aún las sorpresas de aquella noche: faltaba la más extraordinaria.

Se lo llevó al gran salón, que estaba ahora desierto, y le hizo sentarse al piano, empezando á recitar á toda voz, con acompañamiento de arpegios. Pero las gentes no podían despegarse de la atracción de la mesa, y permanecieron sordas á los versos de la dueña de la casa, aunque fuesen ahora servidos con música.

No, señor; gracias. A lo que venía me mueve otro interés. Deseo decir a vuestra merced agregó vacilando un instante y bajando la voz algo que sucede en esta casa. , ya imagino: que el lacayo... que la criada... que la dueña... Me lo dirás otra vez. Nada de eso, señor. Es negocio harto apurado.

Cállate, criado dijo Meñique; bien sabes que la fuerza no sirve para todo. Déjame pensar. Princesa y dueña mía dijo Meñique, después de unos instantes en que se oía correr la luz. Apenas me atrevo a descifrar tu enigma, aunque veo en él mi felicidad. Yo pienso en que entiendo lo que me quieres decir, y piensas en que yo no lo entiendo.

El mulaterío femenino de la casa y de la vecindad, había invadido la sala: no faltaban alrededor del féretro dos o tres mulatillas arrodilladas que se turnaban sucesivamente. Claro es que la sala había sido cubierta en un instante de crespón y de merino negros en homenaje a su ilustre dueña.

Palabra del Dia

metropolitanos

Otros Mirando