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Actualizado: 1 de junio de 2025


Y por la noche, cuando el sueño aflojaba su voluntad en dolorosa tensión, la casa azul, los ojos verdes y diabólicos de su dueña, y la boca fresca, grande y carnosa con su sonrisa irónica que parecía temblar entre los dientes blancos y luminosos, eran el centro inevitable de todos sus ensueños. ¿Para qué resistir más? Podía pensar en ella cuanto quisiera; esto no lo sabría su madre.

Había caído de lo alto de una peña abrazado a la osa mal herida que perseguían los vaqueros hacía una semana. Murió con gloria el artillero, pero su viuda se encontró abrumada de trampas, de deudas y para sarcasmo de la suerte, dueña de créditos sin fin que no se cobrarían jamás. Volvió a Matalerejo, después de perder por embargo cuanto tenía.

¿Pues entonces quién es la persona de quien dice que debo salvarme? Yo no quiero salvarme de nadie. La buscaré y nos veremos las caras. No se exalte usted, señor Pedro Lobo replicó la dueña . No hay motivo ni posibilidad de que usted tenga nuevo lance. El aviso de mi señora se funda.... ¿En qué se funda?

-Aquí las he -respondió la dueña- con este buen hombre, que me ha pedido encarecidamente que vaya a poner en la caballeriza a un asno suyo que está a la puerta del castillo, trayéndome por ejemplo que así lo hicieron no dónde, que unas damas curaron a un tal Lanzarote, y unas dueñas a su rocino, y, sobre todo, por buen término me ha llamado vieja.

La condesa entró en una cámara solitaria y llamó. Presentósela inmediatamente una venerable dueña. ¿Qué me manda vuecencia? dijo aquella ruina con tocas. Decid á doña Clara Soldevilla que venga. Doña Clara no está en el cuarto de las Meninas, señora dijo la dueña. ¿No está acaso de servicio? No, señora; está en su cuarto enferma.

¿Ha venido Esperanza? doña Agueda dijo mientras comía la duquesa á la dueña que la había dado la primera noticia de la desaparición de la joven. No; no, señora dijo la dueña ; ni parece á pesar de que se han enviado algunos lacayos á buscarla. Parece que se la ha tragado la tierra. Será necesario dar parte á la justicia.

Por fin la dio: «¿Jacinta?... No, aquí no está». Poco más hablaron las dos damas, y Guillermina volvió al lado de la visita; pero la falsedad que se había visto obligada a decir trastornaba de tal modo su espíritu, que no parecía la misma mujer de siempre, segura, impávida y tan dueña de su palabra como de sus actos.

Tantos caprichos extravagantes, tantas dudas, combates y lágrimas de que desde algún tiempo había sido el objeto ó el testigo, denunciaban, sin duda, una razón vacilante y poco dueña de misma.

El primero que diga: «¡Eso es demasiadopierde. Por servirte, princesa y dueña mía, mentiré de juego y diré la verdad con toda el alma. Estoy segura dijo la princesa de que tu padre no tiene tantas tierras como el mío. Cuando dos pastores tocan el cuerno en las tierras de mi padre al anochecer, ninguno de los dos oye el cuerno del otro pastor. Eso es una bicoca dijo Meñique.

Mi colega de Plany en Val me escribe que está encargado por uno de sus clientes de encontrar una joven de buena familia, de 22 a 26 años, bonita, seria, bien educada y perfecta dueña de su casa, que tenga tanto en dote como en esperanzas... ¡Oh! exclamé con indignación. ¿Qué hay? me preguntó el notario muy tranquilo. Acaso la palabra esperanzas... Es el término corriente.

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