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Actualizado: 16 de junio de 2025
Figúrate que cuando va de viaje y en alguna casa le ponen sábanas con guarnición, tiene la paciencia de deshacer la cama para meter los encajes debajo del colchón..., a los pies... A mí tampoco me gustan, pero si me las ponen, me conformo... Papá tiene muchas manías: todas las noches se ha de quedar dormido con el cigarro en la boca... Yo ando cerca de su cuarto dando vueltas hasta que observo que se duerme, y entonces entro muy despacito, le quito el cigarro de la boca y apago la luz... ¡No tires tanto, que ya me duelen los brazos!... La verdad es que te obligo a hacer unas cosas bien impropias de un militar, ¿no es verdad?
Doña Clara no había pensado todavía que podía pertenecer á un hombre. Su alma dormía envuelta en un velo de pureza. Por lo mismo, no la había contrariado en gran manera la dificultad de su enlace con Juan Montiño. Y sin embargo, á pesar de la pureza de su amor, no había dormido aquella noche, había sentido un malestar amargo, una inquietud ardorosa.
Si alguno osaba requebrarla al pasar o seguirla con descaro, ya sabría él despacharlo al otro mundo por el más listo de los correos, con una oblea harto roja en medio del pecho. Una noche, metido en la cama, fuese quedando dormido sin apagar el candil. La llama sobredoraba sus visiones. Estaba casado con Beatriz y era capitán de corazas en alguna tierra de América.
¡Han dormido tantas noches sobre mí! murmuraba contemplándolas amorosamente . Ese ligero tono de ámbar se lo he dado yo con mi calor. Ya no eran una joya: formaban parte de su organismo. Podían palidecer y morir si pasaban varios días olvidadas en el fondo de la caja.
Un día estuvo Masicas más buscapleitos que de costumbre, y el buen leñador salió de la casa suspirando, con el morral vacío al hombro: el morral de cuero, donde echaba el pico de pan, o la col, o las papas que le daban de limosna. Era muy de mañanita, y al pasar cerca de un charco vio en la yerba húmeda uno que le pareció animal raro y negruzco, de muchas bocas, como muerto o dormido.
Políticamente dimos las buenas noches, y en efecto, buena la fué para mí, pues no tardé en quedarme dormido el tiempo que invertí en contar unos cien golpes de la hélice, golpes que entre sueños los asemejaba yo á otras tantas pulsaciones de aquel monstruo de hierro, en cuyas entrañas dormía con la tranquilidad del que jamás había roto un plato.
Su don Víctor, a pesar de las máquinas infernales, era el deber; y el Magistral sería la égida que la salvaría de todos los golpes de la tentación formidable. Pero Quintanar no estaba enterado. Venía del teatro muerto de sueño ¡no había dormido la noche anterior! y lleno de entusiasmo lírico-dramático.
¡Oh no; no es eso!... Lloro, Miguel, sobre nuestro amor... lloro sobre la última ilusión perdida... Siento haberte conocido... Siento haber dejado despertar mi corazón ya dormido, y forjarme, por algunos instantes, ciertas quimeras deliciosas que se desvanecieron como el humo... ¡Por qué he de ocultártelo!
Pero, en fin, tanto hicieron el barbero, Cardenio y el cura que, con no poco trabajo, dieron con don Quijote en la cama, el cual se quedó dormido, con muestras de grandísimo cansancio.
»Me dirigí al cuarto de Magdalena y encontré a ésta con el rostro radiante y haciendo gala de tener muy buen humor. La fiebre había seguido en su marcha descendente. » ¡Ay, Amaury! me dijo. ¡Si supieras qué bien he dormido y con qué fuerzas me siento! Pero él con su pretensión de conocerme mejor que yo misma, me tiene aquí sujeta a este maldito sillón.
Palabra del Dia
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