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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Al ir a tomar posesión de la nueva propiedad, los vecinos más prudentes le habían dado buenos consejos. Era muy dueño de visitar su hacienda durante el día, ¿pero pernoctar en su casa?... ¡nunca! No había memoria de que un chueta hubiese dormido en el pueblo. Don Benito no prestó atención a estos consejos y se quedó una noche en su propiedad; pero apenas se metió en la cama huyeron los caseros.

Créeme: en parte alguna estoy mejor que aquí, aunque no me enamore ni me case nunca. ¿Y por qué no enamorarme? ¿Por qué el amor ha de estar siempre dormido? Yo me inclino a creer que no hay varios amores, cada cual para su objeto, sino que el amor es uno; y aunque cambie el objeto, no cambia el amor.

Cuando el amo se cansó de dormir saltó del lecho. Ni el más tenue resplandor entraba por las rendijas. Creía haber dormido doce horas lo menos, pero aún era de noche. Abrió una ventana, y su cabeza tropezó cruelmente en la obscuridad; intentó franquear la puerta, y no pudo.

Cuando Gallardo fue con su esposa y su madre a tomar posesión del cortijo, les enseñó el pajar en que había dormido con sus compañeros de miseria errante, la pieza en que había comido con el amo y la placita donde estoqueó un becerro, ganando por primera vez el derecho a viajar en tren sin tener que esconderse bajo los asientos.

Vas a dormir me dijo mi tío paseando el farol sobre todos aquellos lujos , en la misma cama en que han dormido los Obispos de Santander y de León... ¿Eh? ¿qué tal? Que es gran honra para le contesté . Pero yo dormiría más a gusto en ella sin la colcha de damasco y las sábanas bordadas, principalmente sin la colcha. ¡Hombre!

Le convenció ella dándole todo lo que quiso o lo que había, y el angelito se quedó dormido en su cuna de mimbres. «Mira dijo a Encarnación su ama ; yo voy a salir. No estaré fuera sino poco tiempo, porque tomaré un coche, y haré la diligencia en media hora.

Mientras tanto, los clamores desesperados del niño despertaban también a la doncella de Lilí, Magdalena, que dormía allí cerca, y acudía esta presurosa en su auxilio; tranquilizábalo con gran cariño, hacíale acostar y permanecía sentada junto a su camita, hasta dejarlo dormido nuevamente.

Nunca he dormido tan bien como la primera noche que pasé en aquella modesta alcoba. A pesar de haber dejado abierta la ventana, pues lo permitía la temperatura, no sufrí ruido molesto de ninguna especie. Al contrario, creo que me arrulló suavemente el constante y sonoro toque de campanas.

Al día siguiente Amparo se me presentó tranquila y afectuosa; en vano busqué alrededor de sus ojos ese círculo lívido que imprime una noche de insomnio y de fiebre. En vano esa palidez vaga del cansancio. Amparo estaba fresca, sonriente; parecía feliz. ¿Has dormido bien? la dije.

Oye, Juan, eres la prudencia y la razón encarnadas, en eso estoy conforme; pero por más que digas y hagas... Escucha, y acuérdate de esto, Juan; de esa casa saldrás enamorado. No lo creo respondió Juan, riendo. Y yo estoy seguro de lo que digo... ¡Hasta la vista! Te dejo en tus asuntos. Aquella mañana Juan hablaba sinceramente: había dormido muy bien la noche anterior.

Palabra del Dia

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