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Actualizado: 6 de junio de 2025


A las instancias de frai Alonso de Ojeda juntáronse las de muchas personas de gran virtud, i en notable dignidad constituidas; i asi se vió obligada Isabel á dictar una providencia bastante á mitigar, si no á destruir, los daños que al aumento de la fe de Cristo ocasionaban los judíos falsamente conversos; pero su ánimo era mui bondadoso é incapaz de determinarse fácilmente á consentir en una tan notoria vejacion de sus vasallos.

No habría razón, ni justicia, ni sentido común, en seguir estúpidamente a los Estados Unidos, que pretenden dictar una nueva bula de Alejandro VI, dividiendo los dos mundos en provecho propio.

Decidió por fin legar todo su caudal a algún amigo, y resolvió hacerlo a favor del Príncipe de Sant' Andrea, prócer bondadoso y magnánimo Mecenas. Instituyo por mi único y universal heredero, empezaba a dictar el Cardenal, cuando sonó leve toque en una puerta. ¡Adelante! exclamó el Prelado, y apareció en el umbral un sirviente vestido de negro.

Y Marta no sabía salir de ahí «¡te pierdo, te pierdo para siempreNo sabía salir porque era lo único que en aquel instante llenaba su corazón, un corazón que jamás se equivocaba. Acostumbrada a dejarse dictar creencias y opiniones, Marta aceptaba sin rebelarse la de que su hermana obraba bien al encerrarse en un convento. Pero era señora absoluta de su corazón. Allí no mandaba nadie.

Si las leyes que gobiernan las sociedades no hacen felices a éstas, la culpa no es de los hombres que las dictaron. Otros hombres tampoco podrían dictar más que leyes humanas, esto es, defectuosas e ineficaces. Odiarse y combatirse por disciplinar de diverso modo el dolor a que la humanidad está condenada, es propósito de locos.

Cuando partió el coche que los llevaba, se volvió el doctor hacia Amaury, que estaba a su lado de pie y con la cabeza descubierta. Ya lo has oído, Amaury dijo. Desde mañana no viviré ya en París; no volveré allí jamás. Pero hoy tengo que regresar contigo a casa para dictar mis disposiciones y dejar mis asuntos arreglados. Lo mismo que yo contestó Amaury con frialdad.

El Almirante, al dictar su testamento, habla con amargura de que los reyes sólo dedicaron a su obra un millón o cuento de maravedíes, y que «él tuvo que gastar el resto»... Y eso lo decía a la hora de su muerte, en un país donde todos le habían conocido yendo tras de la corte como parásito solicitante, sin dinero y sin hogar, alojado en conventos, implorando pequeños subsidios para poder moverse de una ciudad a otra... Habían bastado catorce años para una falta de memoria tan estupenda.

Mas desde aquella columna, donde se podían dictar leyes al mundo del fausto y del escándalo, sólo se lograba inspirar desprecio y repugnancia invencible a ese otro mundo, no más pequeño, pero más desconocido, de la honradez y la virtud, y justamente en aquel mundo callado y oculto era donde se escondía la persona que a toda costa necesitaba él en aquellas circunstancias... ¿Y quién ponía ya diques al viento? ¿Quién sujetaba al tío Frasquito, que babucha en mano recorría ya las calles de París en busca de un pedacito de celebridad, de un solo rayito de la aureola del héroe?...

HONORABLES RR. DE LAS LEGISLATURAS PROVINCIALES: A vosotros toca el deber sagrado de dictar leyes análogas y benéficas al pueblo que os honró con tan alto cargo.

Además, pasó muchas horas de suplicio, apoyándose en la cabeza y los talones, hecha un arco, sobre la cama, con el cuerpo dilatado por los más atroces sufrimientos. El tétanos. ¡Morir así una gran dama tan hermosa, tan elegante!... Pero en medio de tales suplicios tuvo serenidad para dictar sus disposiciones testamentarias.

Palabra del Dia

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