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Actualizado: 7 de noviembre de 2025
Para entrar en la casa y en el sagrado tabernáculo de su alcoba, ya tienes las llavecitas que has forjado, gracias al molde de cera que te traje. ¡Oh, dichoso, mil veces dichoso niño! Ya sabes que la doña María duerme en aquella alcobaza de la derecha y las tres niñas en un cuarto interior. La sala y dos piezas más separan un dormitorio de otro: no hay peligro ninguno.
¡Ah! ¡dichoso el que despierta y se encuentra con un ángel! dijo después de haber lanzado de sí la última influencia del sueño. ¿Y no se os ocurre disculparos? ¿De qué?... ¡ah! ¡me ha traído aquí mi corazón!... ¡soy digno de lástima!... no os enojéis, pues. ¿Estáis muy cansado?
Yo te declaro que, al ver tu imagen y al leer tus palabras, he descubierto en ti las sesenta y cuatro aptitudes y te he entronizado en mi corazón como reina y señora y he reconocido en ti mi Padmini, sin cuyo amor no podré tener nunca bienaventuranza. Ámame pues, como yo te amo, y hazme dichoso como quiero yo que tú lo seas. Nada puede oponerse a nuestra unión futura. La distancia importa poco.
Ella se esforzó en sonreír y respondió: Usted es un hombre dichoso; todo le sale bien. Menos el amor. ¡Paciencia! No se puede tener mucha a mi edad. ¿Por qué? Porque no hay tiempo que perder. ¿Quién es ese viejo Gil que le trae las cartas? ¿un correo? No; es un ayuda de cámara que pide un substituto. La señora de Villanera encarga a la duquesa que le busque un buen criado.
Cualquiera de ellos que obtenga el primer premio tiene su carrera asegurada. ¿Voy yo, que soy rico, gracias á mi padre y á usted, á servir de obstáculo á ese porvenir que puede ser tan fecundo y tan dichoso? Puedo hacerlo, materialmente, pero moralmente no tengo ese derecho.
Ahora no sé por qué me encontraba tan dichoso, porque desde entonces nada ha cambiado en mí, ¡y, sin embargo!... ¡Qué difícil de comprender es el hombre! Este bienestar de que yo gozo aquí, prueba por lo menos que no me equivocaba cuando te escribía que la paz del campo convenía a maravilla a mi situación actual y cuando yo concretaba toda mi felicidad en dejar transcurrir oscuramente mis días.
En fin, adiós; huye de España, vete a otro país; vende la tartana y los negros, vete a vivir tranquilo y dichoso, y, en medio de tu felicidad, acuérdate alguna vez del gitano. Blasillo cayó a sus pies. ¿No te parece, hijo mío, que es una lástima acabar mi vida por donde debería haberla comenzado?
Todos los jóvenes de tu edad se perecen por ir allá; decía tía Pepa sólo tú, como un viejo chocho, te estás entre las cuatro paredes. Allí estaba yo bien, cerca de Angelina. No me cansaba de mirarla: cada palabra suya era para mí un poema. Era yo muy dichoso. ¡Qué mayor ventura que no separarme de su lado!
Le doy a usted mi cordial enhorabuena. Ha demostrado usted mucho talento. A Tristán no le supo bien aquella enhorabuena, pero la aceptó disimulando. Pareja se volvió hacia los circunstantes sonriente, benévolo, dichoso de sentirse tan sabio. No es posible hacer más, lo repito.
Y aún se tenía por dichoso, pareciéndole que aquélla era propia desgracia de caballeros andantes, y toda la atribuía a la falta de su caballo, y no era posible levantarse, según tenía brumado todo el cuerpo. Capítulo V. Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero
Palabra del Dia
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