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Actualizado: 11 de junio de 2025
Respirábase en el comedor un ambiente cargado de discreción, que á nuestro mancebo le producía la misma inquietud y malestar y los mismos desmayos enervantes que si estuviese cargado de electricidad. Y ya se entregaba lánguidamente á pensamientos tristes de muerte, cuando empezaron á dibujarse en su desmayado espíritu los contornos de una idea fortificante y regeneradora: la idea de marcharse.
En el instante en que creía que esta diestra lisonja me conciliaba en el más alto grado la benevolencia de la joven bretona, vi con asombro dibujarse en su frente los síntomas de la impaciencia y del fastidio. Decididamente era yo desgraciado con esta niña.
Ella con jaqueca, tumbada en el sofá de Vitoria y fija la vista en la pared. Al caer la tarde, cuando escasea la luz, cree ver dibujarse sobre la blanca superficie del muro una serie de escenas en que don Juan, arrodillado a sus pies, le pide perdón con frases muy apasionadas. Por desgracia o por fortuna aquello es una visión destituida de realidad, un sueño, porque si él entrase... ¡sabe Dios!
En su cerebro, extraviado por la plétora de vida, empezaron a dibujarse las exigencias de un nuevo deseo. Sintió algo parecido a los primeros vapores de la embriaguez.
No era posible comprender aún, pero las grandes líneas del asunto empezaban ya á dibujarse. Á no dudar, Sorege había intervenido en el negocio. ¿Cómo? ¿Á qué título? Este era el punto oscuro ó, mejor dicho, este era el asunto mismo. En lo ocurrido dos años antes había habido circunstancias difíciles de explicar, aun cuando nadie ponía en duda la personalidad de Lea. Ahora todo era incomprensible.
¿Había Eva perdido completamente el conocimiento? ¿Vibró en su oído aquella llamada apasionada? ¿Vio a través de sus párpados cerrados aquella cara alterada e inclinada ansiosamente sobre la suya? ¿Adivinó la angustia de aquel corazón poseído por ella y que quería en vano defenderse? Un fugitivo rubor coloreó sus mejillas y una sonrisa pareció dibujarse en sus labios.
Amanecía ya y Agustín hablaba todavía; apenas la claridad del crepúsculo empalidecía la luz de la lámpara y hacía visibles los objetos se acercó a la ventana para bañar su rostro en el aire helado de la mañana. Veía su rostro anguloso y descolorido dibujarse como una mascarilla de sufrimiento sobre la extensión del cielo mal alumbrado por inciertos reflejos.
Emprendimos desde luego la caminata, y, ya fuera porque la noche en el campo se hallaba relativamente fresca, comparada con las molestias del ferrocarril, o porque veía yo próximo el fin de la jornada, el trayecto me pareció corto. A poco de abandonar la estación, ví dibujarse en las sombras de la noche la silueta de la enorme mole que constituía la famosa hacienda de San Javier.
Babor contestaba el timonel desde abajo, como un eco. Seguía el capitán un rato con las cejas fruncidas y mirando a la proa; al cabo volvía a inclinarse y decía: A la vía. Vía respondía el timonel. Entonces se extendían de nuevo los resortes que tenían contraído su rostro atezado, y volvía a dibujarse en sus labios una sonrisa cándida y afable. Da gusto oírle tocar las sevillanas; ya verá usted.
A poco de frecuentar Aldea la casa de los duques, empezó a dibujarse la índole del afecto que inspiró a cada uno de los tres individuos de la familia.
Palabra del Dia
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