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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Empecemos por el águila y otras aves de rapiña y carniceras que todos los señores de la tierra han elegido como emblema, poniéndoles á veces dos cabezas, como si quisieran ellos tener dos bocas para devorar. Es hermosa ciertamente el águila cuando se planta altanera sobre peñasco inaccesible á los hombres, y más magnífica todavía cuando se cierne tranquilamente en los aires, soberana del espacio.
27 sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. 28 El que menospreciare la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere sin ninguna misericordia.
En el interior de las casas que no eran presa de las llamas, el espectáculo era más lastimoso, porque no sólo los hombres, sino las mujeres y niños, aparecían cosidos a bayonetazos en las cuevas, y si se trataba de entrar en alguna casa, por dar auxilio a los heridos que lo habían menester, era preciso salir a toda prisa, abandonándoles a su desgraciada suerte, porque el fuego, no saciado con devorar la habitación cercana, penetraba en aquélla con furia irresistible.
Quería volar libre, suelta, poderosa; devorar cuanto el mundo tiene de incitante y bello. Y lo gocé. Pero lentamente mi caudal disminuía. Vivía en la corte, y gastaba, gastaba sin reflexión el caudal que me habían dejado una santa y un hombre de corazón.
La hundió entre los hombros, como si quisiera hacerla desaparecer, para no oír, para no ver nada. ¿Pero dónde está Antoñico? Y Rufina, con los ojos ardientes, como si fuera a devorar a su marido, le agarraba de la pechera, zarandeando rudamente a aquel hombrón. Pero no tardó en soltarle, y levantando los brazos, prorrumpió en espantoso alarido.
El solitario vio por la parte de Formentera un dragón inmenso que poco a poco avanzaba en la línea del horizonte, con larga cola de nubes, para devorar traidoramente al sol moribundo. Cuando la roja esfera, huyendo de este peligro, se sumergió en las aguas, agrandada por un espasmo de terror, la tristeza gris del crepúsculo despertó a Febrer de su alucinación.
Este joven sentimental y amante del saber se cansó de devorar en silencio aquel amor único y procuró ser veleidoso, aturdirse, y esto último poco trabajo le costaba, porque nunca se vio hombre más aturdido que él en cuanto una mujer quería marearle con una o dos miradas. ¡Todos, todos empeñados en que era un cartujo! Esto le desesperaba.
Elena estaba extraordinariamente desolada. Pero, ¿y los hijos, papá, qué mal han hecho? ¡Si los hubieseis visto devorar el pan y la carne! Tienen hambre y están hechos jirones... ¡Y la madre está tan enferma! No creo que tenga cura. Seguramente que no exclamó Polidora. Todo lo que se haga por ella será como no hacer nada. Papá, te lo ruego; permíteme al menos que les envíe algún socorro.
Rivadavia renuncia, en razón de que la voluntad de los pueblos está en oposición, «¡pero el vandalaje os va a devorar!», añade en su despedida. ¡Hizo bien en renunciar! Rivadavia tenía por misión presentarnos el constitucionalismo de Benjamín Constant con todas sus palabras huecas, sus decepciones y sus ridiculeces.
El perro tomó sin duda estas palabras por una orden, porque, de un salto, franqueó el foso y se lanzó con la boca abierta y los ojos feroces sobre el pacífico grupo. Pero en un segundo, la escena cambió. El hombre levantó la cabeza y con voz enronquecida, que Herminia no reconoció, dijo: ¿Qué es esto? ¿Se hace devorar á los viajeros en este país? ¡Á él, Dear!...
Palabra del Dia
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