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Al fin, Piola, sin contestar á Rojas nada concreto, le volvió la espalda, dirigiéndose hacia la esquina de la ruinosa construcción y desapareció detrás de ella. Fué á seguirlo el estanciero, y tropezó con el mismo hombre que había contenido á Watson.

Pero éste no era hombre que se entregaba rendido á semejantes debilidades; así es que, desprendiéndose de los brazos de su costilla, cogió entre los suyos al menor de sus hijos, mandó á los otros que le siguieran, obligó á su mujer á quedarse en casa, y salió de ella precipitadamente, cerrando detrás de la puerta de la escalera.

Magnífica estatua... original pensamiento... oye: «La Aurora suplica a Diana que apresure el curso de la noche...». Ana aplaudió y atravesó el umbral. Don Víctor entró detrás diciéndose a mismo en voz alta: ¡Hija mía! Es otra.... Ese Benítez me la ha salvado.... Es otra.... ¡Hija de mi alma! Cenaron en la vajilla de los marqueses. Los dos tenían muy buen apetito.

Agradecieron los infieles la visita, y uno detrás de otro respondieron los dos principales que no querían Padres en sus tierras; que aquella sola noche durmiesen allí y al otro día se volviesen; porque si se querían quedar mudarían ellos á otra parte.

Cristo tendido en su lecho, bajo cristales, su Madre de negro, atravesada por siete espadas, que venía detrás, no merecían la atención del pueblo devoto; se esperaba a la Regenta, se la devoraba con los ojos.... En frente del Casino, en los balcones de la Real Audiencia, otro palacio churrigueresco de piedra obscura, estaban, detrás de colgaduras carmesí y oro, la gobernadora civil, la militar, la presidenta, la Marquesa, Visitación, Obdulia, las del barón y otras muchas damas de la llamada aristocracia por la humilde y envidiosa clase media.

Entonces el teniente ordenó con voz colérica: ¡Fuego a discreción! Un tiroteo incesante partió de la media compañía formada en batalla. Pero el solitario enemigo ni huía ni caía. En pie sobre la roca, sin intentar siquiera guarecerse detrás de alguna piedra, seguía cargando y disparando su arma, repitiendo siempre con voz terrible: ¡Viva Carlos Séptimo! ¡Viva la religión!

Detrás de él dos jóvenes de diez y seis y veinte años, respectivamente, de piel blanca como la de los europeos, pero no atezada como la que suele distinguir a la gente de mar, parecían esperar con cierta ansiedad el resultado de la minuciosa observación que estaba practicando el del anteojo. ¿Ves algo? le preguntó al poco rato el más joven de ellos.

El tránsito de esta tropa pesada y ruidosa duró sólo un instante. Ya no quedaba más que ver... La muchedumbre, satisfecha de este espectáculo fugaz después de larga espera, salía de sus escondrijos, y muchos entusiastas rompían a correr detrás del ganado, con la esperanza de ver su entrada en los corrales.

Aturdido, al verse frente a frente de la dama, dio un paso atrás, diciendo atropelladamente: El señor marqués está fuera... Ya lo ... Busco a Damián. No fue necesario llamarlo: por el extremo del pasillo asomaba este la cabeza, y veíanse detrás el ama de llaves y el cocinero, todos rubicundos y sofocados, como si viniera a sorprenderles la visita al final de un opíparo banquete.

¡Válgate Dios por sueño, Florela! exclamó doña Guiomar toda encendida y confusa, por las imaginaciones en que a causa de su sueño podía dar su criada; ¿y para qué había yo de haberte mandado que detrás de las cortinas te sentaras, sino para que fueras testimonio a ti misma de lo honesto de mi conversación con ese hidalgo?