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Sale ELVIRA, huyendo de DON TELLO, y FELICIANA, deteniéndole. Sale por una parte y entra por otra. ELVIRA. ¡Favor, cielo soberano, Pues en la tierra no espero Remedio! Vase. D. TELL. ¡Matarla quiero! FELIC. ¡Detén la furiosa mano! D. TELL. ¡Mira que te he de perder El respeto, Feliciana! FELIC. Merezca, por ser tu hermana, Lo que no por ser mujer.

Su antigua y sólida fábrica ha adquirido con el tiempo, las aguas, y la viscosidad de los musgos que abrazan la bóveda que lo forma, un aspecto tan sencillo, al par que severo, que parece decir al viajero: «Deten tu marcha; deletrea en mis piedras con los ojos de la investigación; escucha el gemir de las puras ondas que en un beso eterno acarician mi vida; contempla el panorama que rodea mi cuna; oye los alegres cantos y los melancólicos susurros que adormecen en mi cárcel de granito á los genios de las sombras, en esas interminables noches en que el aguacero carcome mis entrañas y el cierzo conmueve mi ser; reúne todo esto en el laboratorio donde se purifican los pensamientos, donde se aquilatan las más sublimes concepciones, donde se anida el genio, donde mora el alma; y al leer mi nombre de El suspiro en los viejos sillares que me sostienen, evocarás la triste historia de la desgraciada Hasay.

Entonces aquel šiervo proštrado adoravalo, diziendo, Señor, deten la ira para conmigo, y todo te lo pagaré. El šeñor movido

11 Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón. 12 Los errores, ¿quién los entenderá? De los encubiertos me libra. 13 Detén asimismo a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de ; entonces seré perfecto, y estaré limpio de gran rebelión. 14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh SE

Septiembre, 1910. Padre de la Armonía, fuente de gracias líricas, que en piafantes corceles exploras el azur: detén el nervioso ímpetu de tus fuertes bridones ante el himno que reza por la Juventud. Te amamos, padre Apolo, por tu tirso de rosas, por tus bellos pegasos, por tu carro de luz, porque tienes la lira, y la flauta y el pífano, la siringa, el salterio, el sistro y el laud.

Estando, como queda dicho, mirándole todos, a deshora, entre las otras dueñas y doncellas de la duquesa, que le miraban, alzó la voz la desenvuelta y discreta Altisidora, y en son lastimero dijo: -Escucha, mal caballero; detén un poco las riendas; no fatigues las ijadas de tu mal regida bestia.

Deten, que si al impío no persuades La rabia exaltarás de las pasiones. No, no: yo voy en medio á las ciudades Á curar los viciados corazones. ¿Á dónde vas? Buscando al aflijido Para decirle: Solo Dios es fuerte! ¡Ah! teme al poderoso envanecido, Y que el esclavo contra despierte! No, no: yo voy buscando al afligido Para decirle: Solo Dios es fuerte! ¿Á dónde vas?

Come lo que te basta; no sea que hastiado de ella, la vomites. 17 Detén tu pie de la casa de tu prójimo, no sea que hastiado de ti te aborrezca. 21 Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan; y si tuviere sed, dale de beber agua; 22 porque ascuas allegas sobre su cabeza, y el SE

Creeríase que sale de las profundidades de la tierra y que el señor de Golfín, el hombre más serio y menos supersticioso del mundo, va a andar en tratos ahora con los silfos, ondinas, gnomos, hadas y toda la chusma emparentada con la loca de la casa.... Pero, si no me engaña el oído, la voz se aleja.... La graciosa cantora se va.... ¡Eh! Muchacha, aguarda, detén el paso.

Eres lo último que muere De la morada del hombre, Y sin registrar un nombre Estás diciendo al viajero Que allí descansa un mortal. Deten tu paso y escucha El gemido del hermano, El rugido del tirano, El estridor de la lucha... ¡De la lucha fraternal! El alarido de guerra A tus espaldas retumba, La libertad se derrumba, De horror palpita la tierra Que en sangre teñida está.