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Actualizado: 1 de junio de 2025


Vamos, Inés exclamé huyamos de aquí, huyamos para siempre de esta casa y de Cádiz. ¿Van ustedes a Malta? me preguntó doña María con una sonrisa, de cuya expresión espantosa no puedo dar idea con las palabras de nuestra lengua. ¿No me deja usted dijo Inés llorando entrar en el cuarto donde está encerrada Asunción, para despedirme de ella? Doña María por única contestación nos señaló la puerta.

Gabriel supo por el Vara de plata que había muerto la madre del curita, y una semana después le vio una tarde en las Claverías. Tenía los ojos enrojecidos, las facciones des-carnadas y con la piel tirante, como si hubiese llorado mucho. Vengo a despedirme de usted, Gabriel. He pasado un mes de penas y de insomnio cuidando a mi madre. La pobre ha muerto.

No habrá muchos que lleven más. ¿A qué hora lo hacemos? El sábado por la mañana iré yo a despedirme de Paz. ¡Me cuesta un trabajo!..... Casi me dan ganas de escribirla, y nada más. Luego, por la tarde, a la hora que quieras. ¿No me dijiste el otro día que conocías un médico de la casa de socorro?

La viuda no perdió un minuto en ir a su lado, y, a media noche, acompañado por Reginaldo, fui otra vez al hotel, porque quería darle ciertas instrucciones sobre su esposo, recomendándole que se negara a verlo, si llegaba a encontrarla, y también despedirme de ella, pues a las nueve de la mañana siguiente partíamos de Charing Cross, con rumbo a Italia.

No cómo expresarle continuó diciendo la joven hasta qué punto me entristece la idea de su marcha. Mientras hablaba, sus clarísimos ojos se ensombrecían y cubríanse de una sutil humedad, por lo que Delaberge comprendió que eran absolutamente sinceras sus palabras. repuso Francisco también profundamente conmovido; vengo a despedirme de usted; probablemente marcharé mañana.

No lo creas, hija mía; no me equivoco: mis fuerzas me abandonan de día en día. Todas las mañanas cuando voy a despedirme de mi pobre Magdalena, me da el brazo José, que tiene cinco años más que yo. Afortunadamente prosiguió volviéndose al cementerio, esa ventana abre por casualidad sobre su tumba, de suerte que a lo menos podré contemplarla en el momento de morir.

Cuando comenzó el cuarto acto, Ana puso un dedo en la boca y sonriendo a don Álvaro le dijo: ¡Ahora, silencio! Bastante hemos charlado... déjeme usted oír. Es que... no ... si debo despedirme.... No... no... ¿por qué? respondió ella, arrepentida al instante de haberlo dicho. No si estorbaré, si habrá sitio.... Sitio , porque Quintanar está en la bolsa de ustedes... mírele usted.

Por eso vengo á despedirme dijo Desnoyers con altivez . que es una pasión absurda, y quiero marcharme. ¡El señor se va! siguió gritando el estanciero . ¡El señor cree que aquí puede hacer lo que quiera! No, señor; aquí no manda nadie mas que el viejo Madariaga, y yo ordeno que te quedes... ¡Ay, las mujeres! Únicamente sirven para enemistar á los hombres. ¡Y que no podamos vivir sin ellas!...

Su madre la estaba llamando en la escalera, y Luciana añadió, mirándome ardientemente: ¿Irá usted? Hágalo por , Elena. Se lo prometí, y esta mañana obtuve de mi padre permiso para ir a despedirme de ella. Estaba escribiendo y consintió sin hacerme preguntas.

Lo decía con tal expresión de ingenuidad, que Jacinta sintió grande alegría. «, hija, no aguanto más. Que se vaya con su constancia a los quintos infiernos». ¿Y si da en perseguirte? Seré capaz hasta de recurrir a la policía. ¿De modo que no vuelves más a esa casa?... Di que no vuelves, dime que no la quieres. ¡Bah! Demasiado lo sabes. No volveré más que a despedirme. No; escríbele una carta.

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