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Actualizado: 14 de octubre de 2025
Ella sentada dentro del vagón, y él de pie en el estribo, Cristeta y don Juan estuvieron hablando un buen rato y sin testigos enojosos, porque doña Frasquita no permitió que su marido fuese a la estación para despedir a su sobrina. ¿Qué día vendrás? preguntó ella a su amante. Lo antes posible.
Un día, una vieja criada de casa de Ohando, chismosa y murmuradora, fué a buscarle y le contó que la Ignacia, su hermana, coqueteaba con Carlos, el señorito de Ohando. Si doña Águeda lo notaba iba a despedir a la Ignacia, con lo cual el escándalo dejaría a la muchacha en una mala situación. Martín, al saberlo, sintió deseos de presentarse a Carlos y de insultarle y desafiarle.
No debía recordarle aquello: le causaba vergüenza y repugnancia. Ya no pudieron hablar más. Entró doña Cristina, pero esta vez seguida de su hija y Urquiola. Después de despedir á las amigas, se trasladaban al despacho para sentarse en torno de Sánchez Morueta, interponiéndose entre él y el doctor, como si quisieran evitar todo contacto entre ambos primos.
¡Cómo! exclamó el duque con profundo estupor . ¿Se ha atrevido esa z a presentarse en el baile? ¿Quién la ha dejado pasar? Mañana mismo despido al portero. No; a quien hay que despedir ahora mismo es a ella ... ¡en seguidita! dijo Clementina atropellándose por la cólera.
Hallábanse, pues, el uno aburridísimo, el otro ideando motivos para despedir al ayacucho, y el tercero discurriendo el modo de pasar algún nombre de un papel a otro, cuando entró en el café un jefe de caballería, haciendo con el sable rastrero, con las espuelas y los tacones tan grande estrépito, que no parecía sino que un escuadrón había asaltado el establecimiento.
A la puerta de la cámara real se le anuncia, que á él sólo se le permite la entrada, por cuya razón se ve obligado á despedir su acompañamiento. Un cortesano le dice que espere hasta que el Rey pueda recibirlo. Descontento de esta recepción, intenta alejarse de allí; pero las puertas se cierran y se lo impiden.
El chico obedeció posando levemente los labios sobre el retrato. Su papá le pagó este acto de galantería con un sinnúmero de caricias y le fue a despedir hasta la puerta muy conmovido.
Esto se acabará continuó Dupont, exaltándose con sus propias palabras. A Montenegro no le infundían temor estas amenazas. Las había oído muchas veces: después de un domingo de gran fiesta, el amo hablaba siempre de despedir a los extranjeros; pero luego sus conveniencias comerciales le hacían aplazar la resolución, en vista de los buenos servicios que prestaban en el escritorio.
Maltrana frunció el entrecejo, como si recordase algo molesto, y aprobó su resolución. Hacía bien. Aquella fiesta era igualmente para despedir al barón belga y a otros amigos suyos que se quedaban en el Brasil.
Navegando hacia Barcelona... En fin, la de acabose». Esto ocurría el 19. Bringas subió a su casa más muerto que vivo. Todo el día y los siguientes estuvo como lelo; no comía, no dormía, no hacía más que pedir noticias, abrazar casi llorando a los que las traían favorables, despedir a cajas destempladas a los que las referían adversas.
Palabra del Dia
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