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Actualizado: 24 de junio de 2025


En sus días se hizo la fundación del convento de Monjas descalzas de Santa Teresa, en cuya fábrica gastó mas de 40,000 escudos, y al regreso de su primera diputación del Reino se trajo de Zaragoza, en 1660, las Madres fundadoras que salieron del convento de aquella ciudad, conocido con el nombre de su fundador Diego Fecét, con el vulgar de las Fecetas, debiéndose a su piedad este virtuoso establecimiento, que desde entonces ha estado sujeto a la jurisdicción de los Obispos: murió en Zaragoza el 18 de Junio de 1672.

Esta túnica, blanca, azul ó roja, la reemplazan, cuando pueden, por un vestido de zaraza floreada á grandes ramages y de fondo punzó: andan igualmente descalzas.

A más de ser abadesa de las Descalzas Reales, en cuya comunidad tenía la condesa mucha familia, era parienta suya. Cuando la condesa llegó al locutorio, la dijo la tornera: Será necesario que vuecencia espere; la madre abadesa está confesando en estos momentos. La condesa se mordió los labios, porque aquella detención la contrariaba.

Tomé un decimito con un número muy lindo, mil ciento veintidós, y se lo fui a llevar al Niño Dios de las Madres Descalzas... y le dije: mira, Jesusito, si sale premiado, la metá para ti.... Tenía una carita tan alegre cuando se lo dije, lo mismo que si me entendiese. Pues ¿quién te dice, mujer...? Pausa de gran efecto.

Carta acá, carta allá, y entrevista en las Descalzas todos los días, porque la Condesa vieja es tan devota, que no se mueve un clérigo ni fraile en las iglesias de Madrid sin que ella vaya á meter sus narices en la función. El hidalguillo tañe su laúd que se las pela, y la dama le manda décimas y quintillas. Ambos están muy amartelados.

Sin tener otra cosa que decir á vuecencia, quedo rogando á Dios guarde su preciosa vida. Misericordia, abadesa de las Descalzas RealesAhora comprenderán nuestros lectores que, al leer esta carta Quevedo en la hostería del Ciervo Azul, la retuviese, saliese bruscamente y dejase atónito y trastornado al cocinero mayor.

En la de Remedio en la desdicha, y en las epístolas á Herrera y á Amarilis, nombra el poeta á una hija llamada Marcela, que á los quince años de edad tomó el velo en la Orden de Carmelitas Descalzas. Como Montalván, al tratar de este punto, la califique de parienta muy próxima de Lope, es de presumir que la hubo fuera de matrimonio.

«A la madre Misericordia, abadesa de las Descalzas reales . Del duque de Lerma . En propia manoId, id, Montiño dijo el duque ; id, llevad esa carta al momento á su destino, y traedme la contestación. Montiño salió casi sin despedirse del duque por obedecerle mejor, y su excelencia se quedó murmurando: ¿Qué habrán ido á hacer mi hija y Quevedo á las Descalzas reales?

Porque me estáis maravillando, vais creciendo, creciendo delante de , y ya no encuentro en vos á la educanda de las Descalzas Reales, ni á la comedianta de esta mañana. Seguid, seguid; veamos cómo me vísteis en el convento, cómo me habéis visto esta mañana y cómo me véis ahora.

Y una vez decidido, se entró de rondón en la portería de las Descalzas Reales, á cuya puerta se había parado, tocó al torno y, en nombre de la Inquisición, pidió hablar con la abadesa. Inmediatamente le dieron la llave de un locutorio. Al entrar en él, Montiño se encontró á obscuras; declinaba la tarde y el locutorio era muy lóbrego. Detrás de la reja no se veían más que tinieblas.

Palabra del Dia

rigoleto

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