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Habéis pasado miserias y trabajos durante muchos años, para poder pagar mis alimentos en las Descalzas Reales. Yo he sido una ingrata... No hablemos, no hablemos de eso; ya no tiene remedio. que le tiene, y en eso estaba pensando. ¿En eso? , en el remedio. Pienso despedirme del teatro. ¡Ah! Y dar ocasión al duque para que se despida de ... ¡Ah! ¿Y con quién piensas quedarte?

No, señor dijo la Dorotea ; me he criado en el convento de las Descalzas Reales; recuerdo que, desde muy niña, iba todos los días á visitarme el tío Manolillo; yo lo creía mi padre; pero cuando estuve en estado de conocer mi desdicha, me dijo el tío Manolillo: «Yo no soy tu padre; te encontré pequeñuela y abandonada...» ¡Y no te he mentido, vive Dios! En la calle te encontré dijo el bufón.

El llamado era el secretario del conde de Haro. Poned una carta para la abadesa de las Descalzas Reales, en que la diréis que entregue mi hija la señora doña Juana, al aya doña Guiomar; al momento, al momento, y que me perdone si no voy yo en persona porque el catarro no me deja.

Misericordia, abadesa de las Descalzas Reales de la villa de Madrid

Felipe V, le nombró Obispo de Teruel; tomó posesión en 4 de Junio de 1701; hizo muchas limosnas, y costeó el retablo mayor de la Iglesia de San Martín, el de las Monjas descalzas de Teruel, y el de las Agustinas de Rubielos: murió en su cuarto habitación repentinamente al llegar de paseo el día 1.º de Abril de 1717: su pérdida fue llorada universalmente y fue enterrado con gran pompa en la Catedral.