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Prosigue D. Álvaro de Sande. Quiso Dios que el día siguiente, que fué á 2 de marzo, no solamente se mejoró el tiempo para ir á nuestro viaje; pero refrescó tanto al contrario, que partiendo con él para los Gelves, conforme á la determinación que se había tomado, que en menos de diez días fuimos surtos al cabo que llaman de Valguarnera, que es lo último de la isla á la parte de poniente, y donde es la parcialidad más enemiga de turcos, y era la obstinación de los tiempos malos tanta, que estuvimos sin poder desembarcar cinco días; y contra la opinión que llevábamos, no solamente á los moros les pesó de nuestra ida allí, pero nos negaron las vituallas, y el día siguiente, que nos desembarcamos, que fué á los 8 de marzo, por defendernos los pozos, dieron la batalla; y acampándose juncto con nosotros, estuvieron cinco días, hasta que visto que el Duque quería volver á pelear con ellos, se rindieron y sometieron á la devoción de V. M., echando los turcos del castillo é entregándole, é con las demás condiciones que V. M. habrá visto.

Nuestro barco no tiene aspecto guerrero, sino trazas de lo que es: de nave mercante que vuelve de la India. En su imaginación verá ya el corsario los ricos tesoros de que pronto va a hacerse dueño. Podemos pelear y defendernos, pero sin esperanza. Señor Miguel de Zuheros, creo de mi deber deciros mi opinión con franqueza.

Por otra parte, estamos decididos á defendernos... No me digan ustedes ni una palabra más; les encuentro insensatos. Me están ustedes haciendo un capítulo del Monte-Cristo. Atrasan ustedes cincuenta años, mis buenos amigos. Pero quiero creer que á los primeros pasos se encontrarán con tales dificultades, que no llevarán adelante su empresa.

El doctor y el anabaptista, serios y solemnes, hablaban de los asuntos de actualidad, y Lagarmitte, detrás del hogar, los escuchaba con recogimiento. Nosotros tenemos no sólo el derecho sino también el deber de defendernos decía el doctor ; nuestros padres han cultivado estos bosques, los han hecho producir; es una legítima propiedad nuestra.

Baizel, ve por una botella de brimbelle-wasser para calentarnos un poco el estómago. Lo que Hullin acaba de decirme me gusta. Esos granujas de kaiserlicks no nos ganarán la partida con tanta facilidad como yo creía. Parece que vamos a defendernos con energía. , con energía. ¿Hay algunos que pagan? La que paga es Catalina Lefèvre, y ella es la que me manda dijo Hullin.

»Entonces se detuvo, y creí que se iba a arrojar en mis brazos; pero me equivoqué, pues lanzando un grito de dolor, volvió la cabeza y desapareció velozmente. »No podré explicar la turbación que me causó esta sencilla relación. ¿Por qué abandonar el castillo donde estábamos seguros, y en el que nuestra numerosa servidumbre podía defendernos?

Como si hubiese transcurrido un año... Sigo pensando como antes: amo la paz, odio la guerra; y como yo, todos los camaradas. Pero los franceses no hemos provocado á nadie y nos amenazan, quieren esclavizarnos... Seamos fieras, ya que nos obligan á serlo; y para defendernos bien, que nadie salga de la fila, que todos obedezcan. La disciplina no está reñida con la revolución.

Marijuán y yo volvimos a mirarnos y nos volvimos a reír, lo cual, advertido por Santorcaz, fué causa de que éste nos sacudiera un par de latigazos que, a ser repetidos, nos habrían obligado a defendernos, haciendo allí mismo un segundo Austerlitz. Más bien estábamos para burlas que para veras, y Marijuán especialmente no dejaba pasar coyuntura en que pudiera zaherir a nuestro compañero.

Quizás crea que hemos caído en manos de los papúes, y hasta nos tenga por muertos. Sabe que estamos armados y que sabemos defendernos. Confiemos en Dios. El piloto, aunque aquejado por tristes pensamientos, cortó aquella penosa conversación, encendiendo fuego y poniendo a asar sobre las brasas algunas chuletas del babirussa.

¡Y pensar dijo el marino que el señor gobernador de Cádiz no puede disponer de una buena fragata para poner término a tales horrores y que no tenemos para defendernos más que algunos guardacostas que huyen así que divisan el bauprés de la tartana maldita! Armemos algunos faluchos por cuenta nuestra, compadre, y ¡por Santiago! ya veremos si Satán le protege y si está al abrigo del plomo.