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Y al decir esto se golpeaba el pecho o abría los brazos como si ofreciese su vida al joven, suplicándole que le matase. Algunos transeúntes acortaban el paso y miraban al viejo, que movía los brazos y las piernas cual si retase a invisibles enemigos. Calma, señor Vicente dijo Maltrana . Cuídese; guarde la vida para servir a su Dios.

Me voy acababa por decir al notario y su esposa . No comprendo cómo podéis vivir aquí. En una da esas retiradas á la Marina se empeñó en llevarse á Ulises. Empezaba el estío, el muchacho estaba libre del colegio por tres meses, y el notario, que no podía alejarse de la ciudad, veraneaba con su familia en la playa del Cabañal, cortada por acequias malolientes, junto á un mar despreciable.

Sus ojos brillaban con fiereza, mirándole de arriba abajo; pero estos ojos se dulcificaron repentinamente al ver temblar una lágrima en los del P. Gil. Dispénseme usted, señor excusador se apresuró a decir, acercándose a él, si le he ofendido. Tengo mal carácter... me irrito con facilidad... Adiós, señor, adiós respondió el P. Gil, estrechando la mano que Montesinos le tendía.

»Bien pudiera yo responder con algun fundamento, y aun exemplos de los mesmos Apolos, á cuya sombra descansan muy sosegadamente estos nuestros fiscales, con decir: que ninguna Comedia, de quantas se representan en España, lo es, sino Tragicomedia, que es un mixto formado de lo Comico y de lo Tragico, tomando deste las personas graves, la accion grande, el terror y la conmiseracion; y de aquel el negocio particular, la risa y los donayres, y nadie tenga con impropiedad esta mixtura, pues no repugna á la naturaleza y al arte poético, que en una misma fábula concurran personas graves y humildes. ¿Qué Tragedia huvo jamás que no tuviese mas criados y otras personas deste jaez, que personages de mucha gravedad?

Oye, Marta, ¿qué diría Manolito López si nos viera en este momento? ¿Qué había de decir? Lo que se le antojara contestó la niña ruborizándose levemente. ¿No tendría celos al vernos tan cerca uno de otro? ¿Pues? ¡Qué yo!... Como está tan enamorado, según dicen... ¡Qué ganas tienes de embromarme! Chica, es lo que se corre por ahí; yo no pongo nada de mi cosecha.

El laconismo de las respuestas de ella y el énfasis nervioso con que se abanicaba, eran indicios de su contrariedad. Y Pez, cada vez más frío, con un cierto airecillo de persona superior a las miserias humanas, continuaba hablando de cosas indiferentes con admirable seso, sin perder la brújula, sin decir nada que anunciase una conciencia vacilante o una virtud en peligro.

No se podía decir que crease riqueza; pero tenía una extraordinaria facultad de absorción con respecto a la de los otros, y en punto a consumirla, será difícil hallar sobre la tierra persona alguna en cuyo mantenimiento, conservación y bienestar hayan tenido menos que afanarse la madre naturaleza y la industria humana.

En seguida se sentó junto á la mesa, y abrió su libro de devociones. No tardó mucho un gentilhombre en decir á la puerta de la cámara: Señor: don Francisco de Quevedo y Villegas, del hábito de Santiago, señor de la Torre de Juan Abad. Y pobre dijo entrando en la real cámara Quevedo. Se detuvo el gentilhombre y Quevedo adelantó. El rey seguía leyendo, como si no hubiera visto á Quevedo.

Reginaldo vino por fin a reunirse conmigo, y entró exclamando: «Este hombre es un tipo de lo más original que puede darse, por no decir otra cosa. ¡Conque a me ha invitado a tomar whisky con soda... en la casa de Blair!

¿Cómo? poniendo entre la gracia del rey y don Juan, la justicia ofendida. Es decir, ¿formando proceso á don Juan por la herida de Calderón? Y por añadidura, á don Francisco de Quevedo. Y si todo eso sucede, ¿me devolveréis esas cartas que me habéis robado? Cuando Dorotea posea completamente á don Juan, ó cuando yo la haya vengado de él.