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Cuando necesita un gran puerto para refugio de sus navíos, coge un promontorio de la orilla del mar y lo tira roca por roca al fondo del agua para convertirlo en rompe-olas. ¿Por qué, si se le antojara, no había de coger montañas grandes, para triturarlas y diseminar sus restos por el suelo de las llanuras? Y el caso es que ya se ha emprendido ese trabajo.

Oye, Marta, ¿qué diría Manolito López si nos viera en este momento? ¿Qué había de decir? Lo que se le antojara contestó la niña ruborizándose levemente. ¿No tendría celos al vernos tan cerca uno de otro? ¿Pues? ¡Qué yo!... Como está tan enamorado, según dicen... ¡Qué ganas tienes de embromarme! Chica, es lo que se corre por ahí; yo no pongo nada de mi cosecha.

Mesía había jurado, y seguía jurando todos los días, una eternidad de amores. La idea de la soledad después de aquello, le parecía a la Regenta más horrorosa que en un tiempo se le antojara la imagen del Infierno.

Son las nueve menos cuarto... a poco más de las once puede usted estar en Peleches... porque no hemos de llegar a la Isla de Cuba... digo, cuento con que no se te antojará a usted. ¡Me hace gracia la ocurrencia!... ¿Y si se me antojara, Leto? ¡Si se le antojara a usted?... También eso me hace gracia a .

El Amir le honró con su intimidad; los grandes adoptaron sus usos y estilos; su privanza llegó hasta el estremo de vivir y comer con el rey, y disfrutar una crecida pension él y sus hijos, y ser el confidente de todos los secretos del monarca, y tener en el aposento de este una puerta secreta para entrar á verle siempre que se le antojára; su popularidad subió hasta el punto de imponer á toda la corte sus modas y caprichos, en tales términos, que no era posible en ella ser hombre de gusto delicado no imitando en todo las invenciones de Zaryab.

Pero, en fin, que hiciera de sus bienes lo que se le antojara, poco me importa; sólo que no tenía necesidad de echarnos a su hija en los brazos. Pero... ya está muerta observó el señor Hellinger. , ya está muerta replicó su esposa juntando las manos.

Y así crecía de hora en hora el peligro de que ese cuaderno en que Olga había escrito su confesión, cayese en manos de su tía. ¡Que se le antojara escudriñar entre los volúmenes que guarnecían el estante, y sucedía la desgracia!

No me gustan los acompañamientos... y más por esos sitios... ¿No ve usted que todo el mundo me conoce, y se reirían al verme con un señorito? Andrés dijo que al primero que se riese le rompería la cabeza. Rosa sostuvo que no había motivo, que cada cual podía reírse cuando bien le antojara. La fuente estaba un poco apartada del camino, en una hondonada sombreada de arbustos y zarzas.