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Actualizado: 14 de julio de 2025


Entonces doña Anuncia, la hermana mayor, escribió a don Carlos, porque el caso era apurado. No le contaba el lance de la deshonra c por b, porque ni sabía cómo había sido, ni era decente referir a un padre tales escándalos, ni una señorita, una soltera, aunque tuviese más de cuarenta años, podía descender a ciertos pormenores.

Soy pobre, señora refunfuñó Izquierdo con la sequedad de siempre . No me quieren colocar... por decente... Iba a seguir espetando el relato de sus cuitas políticas; pero Jacinta no le hizo caso. Juanín, cuya audacia crecía por momentos, atrevíase ya nada menos que a posarle la mano en la cara, con muchísimo respeto, eso .

Te he visto nacer, como quien dice; he sido amigo de tu padre, y no puedo dejarte en medio del arroyo expuesta á la miseria y á la perdición... no eres para una mujer cualquiera, una querida que se toma y se suelta como un perro de caza... Á ti te he mirado siempre como cosa propia, y si algunas veces te maltrato es por la misma confianza que contigo tengo y por este genio polvorilla que Dios me ha dado... Pero eso no tiene que ver con el aprecio... Yo te aprecio, Soleá, porque eres buena y eres honrá... y eres decente, ¡vamos!... Y á fuerza de tiempo se toma cariño á las sillas, cuanto más á las personas... Y para que más de la verdad... á ti te he tomado más cariño que he tomado hasta ahora á ninguna mujer...

El tiene por indudable que el príncipe va á entrar en el Casino. ¿A qué otro lugar puede ir una persona decente en Monte-Carlo?... Pasa una rápida mirada por su uniforme, admira su rudo aspecto de soldado. He sabido las hazañas de Su Alteza; le preguntaba siempre al coronel... ¡Un héroe! Lubimoff no tiene tiempo para repeler estos elogios. Spadoni pasa á ocuparse de algo más interesante.

Digo, volviendo al cuento, que infinita Gente vi discurrir por aquel llano, Con algazara placentera y grita: Con habito decente y cortesano Algunos, á quien dió la hipocresia Vestido pobre; pero limpio y sano. Otros de la color que tiene el dia Quando la luz primera se aparece Entre las trenzas de la aurora fria.

Entonces emprendió el camino de vuelta por las mismas calles por donde había ido, sin tener más que un tropiezo. Un viejo, de aspecto decente, se detuvo de pronto ante ella; sorprendida Currita, pegóse a la pared, y el hombre hizo entonces ademán de darle una moneda de cinco céntimos, una perra chica, como llamaban entonces y aún llaman hoy a esas piezas pequeñas.

Educado en los prejuicios de la riqueza rural, creía que una persona decente no podía oponerse a la unión con una hembra fea y arisca, siempre que tuviese fortuna. El suegro y la nuera se entendían perfectamente.

Doña Elvira no podía quejarse de los últimos momentos de su hermano. Había muerto como quien era: como un caballero cristiano, como una persona decente. La enfermedad mortal le había sorprendido en una de sus juergas rodeado de mujeres y mozos de valor. La sangre del primer vómito se la habían limpiado las amigas con sus pañolones bordados de chinos y rosas fantásticas.

BALBINA. El niño chiquitín. EVARISTA. ¡Pero, hija...! PANTOJA. ¡Niña, niña! BALBINA. Estaba en su casa dormidito. Entraron de puntillas la señorita y esa loca de Patros... cargaron con él, y acá nos le han traído. EVARISTA. Es absurdo. Además, poco decente. Tía, ¡le quiero tanto...! ¡y él a ! MARQU

Desde que se fue D. Amadeo, ¡y aquel era persona decente!, esto está perdido. Es verdad que se acabó la guerra; pero ¿cómo se acabó? A fuerza de dinero. Esta gente es atroz. Aquí no hay administración, ni se llevan los libros de cuentas del Estado como manda la Teneduría.

Palabra del Dia

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