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Actualizado: 14 de julio de 2025


Es dar un solemne mentís al sentido común. ¡Por supuesto! ¡Pobre España! exclamó el general, dando la mano al duque y levantando los ojos al cielo. Capítulo XVII El duque había proporcionado a Stein y a su mujer una casa de pupilos, a cargo de una familia pobre, pero honrada y decente.

Claro está, y según parece lo que don Casiano se proponía era poner a su hija a cubierto de las influencias del medio en que debía vivir, exactamente: lo has dicho. En eso yo no entro dijo Baldomero, pero que la Pampita es una muchacha decente... ¿eso?... ¡por donde la busquen!... Y póngala a la prueba, don Lorenzo. ¡Si yo no lo pongo en duda!

Lo raro en todo esto, lo que parece, no resultado del natural encadenamiento de las cosas, sino maraña o trama urdida por el mismo diablo, es que no haya en torno, ni cerca, ni lejos de la pobre Ramona sujeto masculino ni femenino que sea honrado, decente y cariñoso con ella y que para algo pueda serle útil.

Cuando terminé, doña Tula se apresuró a manifestarme, con su vocecita dulce, que no me guardaba ningún rencor, que le parecía una persona muy decente, y que lo único que sentía era que hubiese tenido la desgracia de enamorarme de su hija.

Pues anda, vístete, y sal a pasear. Hubo que obedecerla. No venía muy provisto el baúl; no había en él mucho con que engalanarme; pero en dos por tres, con ayuda de tía Pepa y de Angelina, saqué la ropa, y pronto me presenté delante de la enferma hecho un veinticuatro. ¡Eso es, así, como persona decente! dijo: Tía Pepa Y Angelina me seguían.

Lo que propiamente llamamos amor, la verdad, Fortunata no lo sentía por su amigo; pero le tenía respeto, y el cariño apacible a que era acreedor por su hidalgo comportamiento. Teníale ella por la persona más decente que había tratado en su vida. ¡Y cuánto sabía! ¡Qué experiencia del mundo la suya, y con qué habilidad se las gobernaba!

Para que una mocita decente esté tranquila en esta casa, ¿necesitará la señora atar a usted con una cadena al lado del mono? Don Alvaro, que era tímido, blandengue y avezado a la servidumbre, receló que Juanita armase un alboroto, le cobró miedo y desistió de su amorosa empresa.

Puedes hacer rabiar al chico de Santa Cruz, porque en cuanto te vea hecha una persona decente se ha de ir a ti como el gato a la carne. Créetelo porque te lo digo yo. Quita, quita; si él no se acuerda ya ni del santo de mi nombre. Paices boba, ¿qué apuestas a que en cuanto te echen el Sacramento, pierde pie...? No conoces el peine. Verás cómo no pasa eso. ¿Qué apuestas?

«Se confirma lo que esta mañana se decía murmuró D. José demostrando una gran pesadumbre . El Rey se va, renuncia a la corona, y a no hay quien me quite de la cabeza que es la persona más decente... Todos somos iguales» afirmó Isidora repitiendo la frase.

Me tienen por lástima en casa de la Pepona, que es de allá... de la tierra. Una casa muy decente: de a cinco duros. Ven por allí, que te apresian de veras. Peino a las chicas y hago recaos a los señores... ¡Ay, si viviera mi probe hijo! ¿Te acuerdas de Pepiyo?... ¿Te acuerdas de la tarde en que murió?...

Palabra del Dia

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