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Actualizado: 17 de junio de 2025


Don Juan adelantó dos pasos, la cogió amorosamente por el talle y la besó en una mejilla con aparente inocencia, reanudando el dúo de la noche pasada con aquella misma naturalidad que emplearía Fray Luis de León al exclamar: «Decíamos ayer...» Cristeta, sin rehuir el beso, habló de este modo: ¡Vaya una temeridad! ¡No sabes qué cavilosa he pasado el día! ¿Por qué, vida?

Algunos meses antes de este suceso, del que el cronista, testigo presencial, dice con ingenua conmiseración, que era piedad ver una cosa tan nueva en Teruel, algunos meses antes, decíamos, el 30 de Agosto de 1485, habían sido también quemados en la plaza del Mercado, Berenguer Rám; Gonzalvo Royz, mayor; su hijo Gil de Gil Royz, y Violante de Santangel, su muger.

De pronto, el español don José se indignó con aquella inhumanidad, y dijo que Cristo nos mandaba cuidar de los enfermos y consolar a los tristes. Nosotros le oíamos burlonamente y le decíamos: Anda, vete . Don José, con gran sorpresa nuestra, se metió en la enfermería a cuidar a los enfermos.

Sea lo que fuere ello, se trabajó con él incesantemente, días y noches, con todo género de argumentos, razones y medios, no quedándole que poder alegar en su defensa, en el juicio de Dios, como lo decíamos, mas todo lo frustró su pertinacia y la equidad de la Justicia Divina que prevista aquélla, le destinó como a otro Judas para víctima sangrienta de su justísimo desagravio.

Hablando de esto y otros asuntos diplomáticos, yo y mis colegas de la Caleta decíamos mil frases inspiradas en el más ardiente patriotismo. Pero no quiero cansar al lector con pormenores que sólo se refieren a mis particulares impresiones, y voy a concluir de hablar de . El único ser que compensaba la miseria de mi existencia con un desinteresado afecto, era mi madre.

Tendría los ojos cerrados, y usted tomaría mi recogimiento por un sueño irreverente. No disputemos, don Modesto, porque capaz sería usted de pecar con descaro contra el octavo mandamiento. Pero, volviendo a lo que decíamos, digo a usted que es una vergüenza que esté usted uña y carne con esas gentes.

Pero..., pero que vamos, que hay que ponerse serio para decir ciertas cosas, mas es lo cierto, que en Tayabas la generalidad de los futuros papás, llevan su tradicional creencia, hasta jurar que sienten los mismos dolores que la mujer. ¿Qué tiene tu padre? decíamos en una ocasión á una muchacha. Tiene, señor, dolor de embarazo, nos contestó.

A pesar de mis secretos resentimientos, había vuelto a ceder al encanto de su dulzura, de la cándida gracia que emana de ella como un perfume y de la alegría un poco melancólica de reanudar nuestra fraternal amistad. Luciana estaba impaciente al verme tanto tiempo al lado de Elena, y varias veces había sorprendido sus miradas fijas en nosotros como si quisiera adivinar lo que decíamos.

Además, ¡con qué íntimo regocijo no decíamos a nuestras respectivas patronas al salir de casa: «Si alguien pregunta por , decirle que estoy en la redacción... ya sabe V... en la redacción!» Y la boca al proferir esta palabreja mágica se nos hacía almíbar, como cuentan que le acaecía a cierto santo cuando pronunciaba el nombre de María.

En la vegetación de estas regiones, decíamos, es donde se verifica la alegoría pagana del terrible castigo de Prometeo, ó mejor dicho, donde se admira la magnífica realización de la mitológica fuente Canatos, donde Juno recobraba la virginidad; aquí, añadíamos, la hoja del árbol no cae seca y marchita; aquí se rinde por el tiempo, mas no por falta de lozanía, dejando en su caída, no un tallo seco y mustio, sino una hermosa gemela, heredera de su juventud, de sus brillantes colores, de su pureza y de su jugo.

Palabra del Dia

rigoleto

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