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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Y si alguna tímida palabreja salía de su boca, D.ª Laura se le quería comer vivo. El cargo principal que contra Isidora se formulaba era que se había quedado fuera de casa en la noche del 11. «Nada, nada dijo la iracunda señora a su marido del modo más imperioso . Esa... Sardanápala no tiene que poner más los pies en mi casa.

Dominé la cólera que en provocó aquel ataque, que ataque era, y muy audaz, puesto que la palabreja usada era ofensiva, y en pocas palabras, con mucha cortesía, expliqué los motivos de mi separación. Ocaña y Venegas me oyeron con indiferencia, casi con desprecio, pero los boticarios dieron muestras de que se interesaban por . ¡Ya! exclamó el más parlachín. ¡Ya me lo imaginaba yo!

No lo podía remediar: estaba en su naturaleza, en su doble condición de tenedor de libros y de galán joven, y así, ya casado y viejo, no veía mujer bonita en la calle sin que la siguiera y aun se propasase a decirle alguna palabreja.

Ganada la votación, para contentar a la minoría, el presidente del Casino declaró imparcialmente que «el verdadero pecado del Provisor era la simonía». El Marquesito, licenciado en derecho civil y canónico se hizo explicar la palabreja.

Doña Inés se disgustó y rabió, pero don Alvaro quedó más encantado que Calvete y le dio en albricias un doblón de a cuatro duros, después que el niño dijo delante de él la palabreja y él admiró el aprovechamiento y la precocidad del discípulo y la virtud didáctica del maestro.

Efectivamente, en Villaverde todos decían y escribían «villaverdino», hasta que, en mala hora, se le ocurrió a un periodista dudar de la acertada formación de la palabreja. Se alborotó el cotarro: salió a contender el «pomposísimo»; saltó a la palestra Castro Pérez; charlaron los pedagogos a su sabor; la cosa llegó al Cabildo, y los ediles tuvieron asunto para varias sesiones.

El mejor día, luego que me deje el reuma, le largo un artículo morrocotudo, en latín, en latín crespo y ciceroniano, y entonces ya veremos, ya veremos si es capaz de entender una palabra... ¡una sola! ¡Y el otro! ¡otro que bien baila! ¿Ocaña, Jacinto Ocaña, el que vino de Pluviosilla tan sabio como un guardacantón, y que ahora regenta la «Escuela del CuraEste no habla mal de en los mentideros, ni me insulta en los periódicas, ni se burla de mis canas en la botica de Meconio, no; pero un día, en «El Puerto de Vigo», en la tienda de mi compadre don Venancio, cuando ya se acercaban los exámenes, dijo que no quería que yo fuese de sinodal a su escuela porque mi método es «anacrónico». ¿De dónde habrá sacado la palabreja?

Al oír esta expresión de cariño, dicha por el Delfín tan espontáneamente, Jacinta arrugó el ceño. Ella había heredado la aplicación de la palabreja, que ya le disgustaba por ser como desecho de una pasión anterior, un vestido o alhaja ensuciados por el uso; y expresó su disgusto dándole al pícaro de Juanito una bofetada, que para ser de mujer y en broma resonó bastante. «¿Ves?, ya estás enfadada.

Indicó a Isidora la salida, dejando escapar de sus labios, trémulos de ira, esta palabreja: «¡Cursilona!...»

Apenas dice una palabreja aguda, ya te mira á la cara á ver qué gesto pones... Trae de casa los chistes almacenados para ir largándolos poco á poco á modo de anzuelos...

Palabra del Dia

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