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Decíamos, que de las composiciones amorosas del príncipe está encargado el duque de Uceda. , señor; eso dicen los de la cámara de su alteza. ¿Y quién es la persona destinada á juzgar del mérito de esas composiciones? Una dama muy matronaza, muy hermosaza, á quien suele ver su alteza en la comedia y en el Buen Retiro; que recoge á su alteza entero en la mirada de sus grandes ojazos negros.

Por fin se aproximó, acercó una silla y nos pidió con expresión sonriente permiso para terciar en la conversación. ¡Bah! Para lo que decíamos... Elena no está inspirada, y yo he dado prueba de buena voluntad sin resultado. No sin resultado... No puede usted figurarse el placer que me ha producido... Elena dijo aquello con una triste gravedad que quitaba toda trivialidad al cumplido.

Había llegado a dar más importancia al tesoro que a su vida. ¿Quieres que te diga dónde está el tesoro, para quedarte con él y luego matarme? solía decir por la noche . No, hijo mío, no. Nosotros, Smiles y yo, le decíamos que se entendiera con Ryp; yo, por mi parte, estaba deseando salir de allí, aunque fuera con las manos vacías. Allen no quería.

Decíamos, que el Puente del suspiro, se destacaba cual sombría atalaya á la vista de la casa de Doña Luisa. Esta quedó instalada en el cafetal con sus dos hijas, su antiguo y leal Pedro, criado depositario de la confianza de la familia ya largos años, su servidumbre, y su fiel León, hermosísimo perro de Terranova.

536 Conoce el indio el peligro y pierde toda esperanza; si a escapárseles alcanza dispara como la liebre; le da delirios la fiebre, y ya le cain con la lanza. 537 Esas fiebres son terribles, y aunque de esto no disputo ni de saber me reputo, "Será", decíamos nosotros, "De tanta carne de potro como comen esos brutos".

No todos los terrenos son iguales para recibir una buena semilla, como ya decíamos antes circunscribiéndonos a la pequeñez de estas comarcas agrestes; quiero, en fin, que lo que se ha promulgado por bueno y en la aplicación ha resultado malo, se modifique siquiera, para evitar nuevos desastres.

Alguna vez logramos ver ese molusco, que nosotros llamábamos en vascuence deituba y que no por qué decíamos que solía estrangularse. Para hacerle salir de su escondrijo había que echarle un poco de sal. El que tenía más suerte para los descubrimientos era Zelayeta; él encontraba la estrella de mar o la concha rara; él veía el pulpo entre las peñas o el delfín nadando entre las olas.

Vivíamos felices y tranquilos, y a veces nos decíamos: «Tenéis los teatros, los salones, la Casa de Campo, la Castellana, sois los dueños de Madrid; pero nosotros poseemos el Retiro.

Paseándonos á lo largo del puente, mis dos compañeros y yo conversábamos sobre la literatura francesa, tema que insensiblemente se nos vino á las mientes á propósito de una cancioncilla que preludiaba el capitán en uno de los camarotes. ¡Qué de servicios no ha hecho á la literatura en general, decíamos, este monumento flotante que se llama un buque!

Brindóme a el porquero; me las cogía al vuelo y hacía más razones que decíamos todos. No había memoria de agua, y menos voluntad de ella. Parecieron en la mesa cinco pasteles de a cuatro, y tomando un hisopo, después de haber quitado las hojaldres, dijeron un responso todos, con su requiem aeternam, por el ánima del difunto cuyas eran aquellas carnes.