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Actualizado: 23 de junio de 2025
Ensanchósele el corazón al tío Frasquito, creyendo llegada la hora de averiguar algo, y aguzó las orejas y aprestó la lengua para sondear con habilidad a Jacobo y a Currita. Mas, de repente, una mano aleve cogió el mediato lazo de su corbata blanca, y dándole una rápida vuelta, vino a ponérselo sobre la nuca.
El matrimonio la había embellecido dándole la plenitud amable de la forma femenina, convirtiendo su hermosa primavera en dorado y espléndido estío. La misma maternidad, sin quitarle frescura ni desfigurar su cuerpo, le prestaba una majestad suave y protectora.
En la tarde misma de aquel memorable día de la entrevista, escribió Fabrice a la señora de Montauron dándole gracias por sus atenciones, y al día siguiente llegaba a los Genets acompañado de su hija Marcelita.
¡Vaya si lo es! replicó Miguel, posando su mano sobre la de ella y dándole un cariñoso apretón. La chica no se movió: ambos guardaron silencio unos instantes. ¿Vamos a jugar un poco a las prendas? dijo una de las jóvenes así que Juanito hubo terminado su repertorio. Comenzó el juego de prendas.
Tiemble al contacto de la forma pura dándole abrigo, la feliz arena, muera yo luégo, y del sepulcro frio repose al lado. La tarde muere; la sombra se extiende por todas partes, y con el dia concluyen los gorjeos de las aves.
Abuela dije con expresión vencedora dándole la carta del cura, aquí tienes la respuesta que esperabas. La abuela se sujetó las gafas con cuidado, cogió la tarjeta, la leyó, la releyó, la meditó y dijo finalmente encogiéndose de hombros: El cura descarrila... y vosotras también. ¡Oh! abuela dije horriblemente alarmada, ¿niegas el permiso? No... haz lo que quieras.
Tomó a Marisalada por el brazo, la apartó de la ventana, y se colocó en ella a tiempo que Ramón, dándole de firme a la guitarra, entonaba, desgañitándose, esta copla: Asómate a esa ventana, Esos bellos ojos abre; Nos alumbrarás con ellos, Porque está oscura la calle. Y siguió más violento y desatinado que nunca el rasgueo.
Mariano, Mariano; el único consuelo que podría tener yo ahora es verte corregido, verte caballero y persona decente. Levanta esa cabeza, abre esa boca, mueve esa lengua, habla, contéstame...». Y, dándole un golpe en la barba, le hizo alzar la cabeza.
Miró a la calle y vio por segunda vez a Guillermina que subía. «¿Pero qué trae en la mano?, un palo y un garfio de hierro. ¡Vaya con la santa esta! Algo que le han dado. Dicen que lo acepta todo. Véase por dónde yo le podría ayudar a su obra, dándole media docena de llaves viejas que tengo aquí.
Apolonio valoró clarividentemente el suceso como un triunfo de Belarmino, pero dándole proporciones desmedidas. Para Apolonio, aquello había sido la consagración suprema de Belarmino como filósofo, y que de allí al acatamiento universal no había más que un paso.
Palabra del Dia
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