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Actualizado: 23 de junio de 2025
Luis, seducido por tanto interés, le fue abriendo su pecho dándole cuenta primero de sus costumbres, luego de los actos de su vida pasada, por último de sus sentimientos más recónditos, de aquellos que sólo se confiesan a un hermano.
Petra le consoló y le mimó, dándole algunos besos, que fueron los hierros con que le esclavizó para siempre. De allí en adelante mostrose muy benévola hacia él; le cosía con esmero cualquier rotura que hubiese en su vestido; le pegaba los botones y le arreglaba la corbata; cuando venía despeinado, con sus propios peines le aliñaba el pelo.
LENGUA A LA ESCARLATA. Se toma una lengua de vaca, se frota bien con un paño; se frota con sal de nitro y se coloca en una cazuela de barro, cubriéndola bien de sal común, en la cual debe permanecer durante ocho días, dándole vuelta en cada uno y cuidando de que siempre quede cubierta de sal.
Con el fin de que mis lectores puedan darse clara cuenta del arreglo y posición en que estaban las letras, creo conveniente reproducirla aquí. ¡Es curioso! observé, dándole vuelta en mi mano ansiosamente. ¿Ha tratado usted de descubrir qué significado encierran estas palabras? Sí, pero creo que son cifradas.
Ana se había olvidado del Magistral desde la tarde anterior; ¡ni una vez sola, desde la aparición de don Álvaro a caballo había pasado por su cerebro la imagen grave y airosa del respetado, estimado y admirado padre espiritual! Y ahora se presentaba de repente dándole un susto, como sorprendiéndola en pecado de infidelidad. Por la primera vez sintió Ana la vergüenza de su imprudente conducta.
La lucha de su alma es representada alegóricamente por medio de las diversas virtudes y vicios, que lo atraen y lo rechazan; pero sus constantes oraciones lo hacen partícipe, al fin, de la gracia divina, transformando de tal modo todo su sér, que Marcela conviene, á sus ruegos, en borrar su antigua falta, dándole su mano.
Así sea dijo Cigarral. Y dándole dos palmadas a su gozque Canique, éste se aliñó y preparó diligentemente para algo de importancia.
Le defenderemos rectificó calurosamente el digno notario. Cuando Carlos volvió encontró a su madre adoptiva ligeramente preocupada. Una nube fugitiva que se ponía algunas veces en sus tranquilas facciones obscurecía el brillo de sus bellos ojos, tiernamente fijos en él y en los que se leía una vaga alarma. Una carta para ti dijo dándole un sobre blasonado. El joven la abrió y la leyó rápidamente.
Sentíase animado por una audacia que nunca había conocido y sus manos ardían de fiebre. Tal vez era la emoción que le producía su propio atrevimiento. Estaba resuelto a decidir su suerte aquella misma mañana. La fatuidad del hombre que se cree en ridículo y desea realzarse a los ojos de sus admiradores le excitaba, dándole una cínica audacia.
De vez en cuando se oía el grito de impaciencia de alguno de ellos dirigiéndose al chico: «¡Apunte, niño, no se distraiga!» Al lado de Gonzalo vino a sentarse don Feliciano Gómez, que comenzó a marearle con su charla bondadosa e insubstancial, dándole a cada instante palmaditas afectuosas en el muslo como tenía por costumbre.
Palabra del Dia
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