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Actualizado: 24 de junio de 2025


Miranda le dará a usted una reparación. ¿Quiere usted dejarlo de mi cuenta? El bueno del fabricante hubiera deseado comerse las palabras que había soltado. ¡Aquel Peña era un hombre tan expeditivo! ¿Por qué diablos había dicho que tenía ganas de tropezar a don Pedro para darle dos puntapiés, cuando en realidad acababa de verle al salir de casa, y había cruzado a su lado sin decirle una palabra?

Sarrió y Azorín, ya de regreso, han cruzado la rambla. Y Sarrió ha dicho: ¿A que no sabe usted, Azorín, en lo que pensaba don Víctor cuando se estaba muriendo? Pensaba en un bastón, en su bastón.

Las mujeres, vestidas ligeramente, con sólo una falda de percal, mostrando los brazos desnudos por debajo del pañuelo cruzado sobre el pecho, se encargaban de las cestas de provisiones, admirándolas con alabanzas para el rumboso señorito. El capataz elogiaba la calidad de los fiambres y de las aceitunas, que servían para excitar la sed.

Habitaba, se trataba y se vestía casi como un pordiosero, y exhalaba un millón de suspiros y daba cincuenta vueltas a un cruzado antes de gastarle. Tales prendas y condiciones no eran las más apropósito para que en Río le quisiesen y le respetasen.

Los ojos de aquella joven le pusieron en contacto con todos los objetos bellos que había visto en su vida, con todos los pensamientos honrados que habían cruzado por su mente, con todas las lágrimas dulces que había vertido.

No pude, sin embargo, distinguir voces humanas. Lentamente me abrí paso a través de las hojas caídas hasta que hube orillado todo el bosque, y entonces saqué la consecuencia de que debían haberlo cruzado por alguna senda extraviada y luego haber penetrado en el parque.

Saludé respetuosamente al prelado, que venía del fondo del Asia, como a un colega en peregrinación, y en breve el barco, bastante malo por cierto, surcaba las aguas del mar Caribe, siguiendo el derrotero tantas veces cruzado por las naves españolas en los tiempos en que las costas del Pacífico despoblaban a España, atrayendo a sus hijos con el imán del oro.

La bella esposa del anfitrión no se cansaba de decir y hacer travesuras, de tal modo que el regocijo no decaía un instante. Mas ¡ay! aquella nube sombría, temerosa, que había cruzado sobre la mesa no mucho antes, el viento de la fatalidad la empujó de nuevo hacia ella. El helado que sirvieron al terminar la comida era de avellana. A Elena no le gustaba el helado de avellana.

Al pasar junto á Robledo le saludó con la cabeza, haciendo asomar á su rostro la sonrisa de bondad protectora habitual en él; pero esta sonrisa se desvaneció inmediatamente. Los dos hombres habían cruzado sus miradas, y Fontenoy vió de pronto en los ojos del otro algo que le hizo retirar el antifaz de su sonrisa.

Aquí, un brazo encogido sobre el mármol, sin más que los huesos y los tendones, tirantes y limpios como si fuesen a vibrar: un arpa para tañerla en una fiesta de caníbales. Más allá, piernas que mostraban el cruzado almohadillamiento de los músculos rojos; troncos abiertos al aire, con el rosa tierno de sus costillajes.

Palabra del Dia

irrascible

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