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Actualizado: 24 de junio de 2025
Los jinetes llegaban á todo correr, precedidos por el que parecía ser jefe de la partida, que montaba un hermoso caballo negro y vestía fino sayo de vellorí, cruzado el pecho por ancha banda de rojo color recamada de oro y cubierta la cabeza con un birrete de blancas plumas.
Una maritornes sucia y muy gorda presentó el agua con un panal de azúcar cruzado sobre el vaso. Gracias; sin azúcar. Nunca tomo azúcar en el agua. Gracias.
Y mientras Ana los gustaba, Petrona Revolorio, con el chal cruzado, se sentaba a sus pies «no por servicio, sino porque le había cobrado afición» y le hacía cuentos.
Cuando estaba sola lloraba de pena; pero delante del aya, de los criados y del hombre, lloraba de rabia. Había encontrado después del molino un bosque y lo había cruzado corriendo, cantando, y eso que tenía aún los ojos llenos de llanto, pero cantaba de miedo. Al salir del bosque había visto un prado de yerba muy verde y muy alta.... ¿Y allí estaba yo, verdad? gritó Germán. Es verdad.
Los judíos que pasaron á Portugal consiguieron de don Juan II permiso de vivir en aquel reino por espacio de seis meses: el cual les fué concedido con tal que pagasen un cruzado por persona.
Su vida fué un continuo combate con los Papas, que lanzaban contra él excomunión sobre excomunión. Para obtener la paz se hacía cruzado y marchaba á la conquista de Jerusalén. Pero Saladino, otro filósofo de la misma clase, se ponía rápidamente de acuerdo con su colega cristiano.
Ya todo el mundo se la daba. ¡Quién hubiera reconocido a la brillante oradora del banquete del Círculo Rojo en aquella mujer que pasaba con el mantón cruzado, vestida de oscuro, ojerosa, deshecha! Sin embargo, sus facultades oratorias no habían disminuido; sólo sí cambiado algún tanto de estilo y carácter.
Por eso al verles juntos de pronto, cuando hasta ahora no habían cruzado dos palabras, todos suponen un sinnúmero de cosas.
Lo veía más claramente que al resplandor algo mortecino de los reverberos de la Cannebière... Pasaba con indiferencia sobre sus rasgos fisonómicos: en realidad, los había contemplado por primera vez. ¡Pero los ojos!... El conocía perfectamente aquellos ojos: se habían cruzado muchas veces con los suyos. ¿Dónde?... ¿Cuándo?...
Habíamos llegado a la orilla de ese terrible abismo, donde en lo profundo rugía el agua en impetuosa corriente, y ya había yo cruzado el estrecho puente y pisado la orilla opuesta, cuando, inesperadamente, un par de brazos férreos me oprimieron en la obscuridad, y casi antes de que pudiera lanzar un grito, fui empujado con violencia hacia el borde del espantoso precipicio.
Palabra del Dia
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