Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 11 de junio de 2025


Usted ha obtenido nuevos triunfos, dijo Tragomer. Y usted hecho nuevas exploraciones. ¿Ha sido usted dichoso en sus descubrimientos? Aquella frase de doble sentido fué dicha con tan fina ironía, que Cristián tembló. ¿Qué garantías de seguridad tendría aquella mujer para burlarse así de él y en aquellas circunstancias?

Al llegar á la puerta, el vigilante preguntó á Cristián: ¿Le ha interesado á usted, milord? Es un pobre diablo completamente inofensivo... Anda por todas partes en libertad y no hay peligro de que quiera escaparse... Aunque le dejaran la puerta abierta no se iría... Ande usted, 2317, váyase solo á su departamento; yo voy á acompañar á milord...

Sin embargo, era inocente. ¿Cómo se explica, Cristián, que se puedan producir iniquidades semejantes, que un desgraciado pueda ser entregado á los verdugos sin haber hecho nada para ser torturado, que se le insulte, que se le humille y que se le encadene, si no hay en su destino un castigo del cielo con el que ha sido ingrato?

Seré su mujer, Cristián, cuando pueda usted casarse conmigo con la aprobación de todo el mundo. Esté usted tranquila, María, y usted también, señora; ese momento no se hará esperar. Todos eran felices y Marenval saltaba de gozo, atribuyéndose toda aquella alegría. El tiempo pasaba rápido y ya declinaba la tarde cuando la madre y la hija se decidieron á dejar á Jacobo.

Si quiere usted permitir á un viajero con el que ha sido usted tan complaciente, que le invite á almorzar, llegará al colmo de su buena hospitalidad... tan francesa. Realmente, soy yo quien debe hacer los honores... Me disgustaría usted, dijo Cristián sonriendo. Pues acepto. Se puso la corbata, se abrochó el chaleco, cogió el sombrero y salió precediendo á Tragomer.

Cristián se estremeció pensando que si Jacobo volvía á caer en manos de sus guardianes le estaba reservada igual suerte, é instintivamente palpó en su bolsillo el revólver que había puesto en él antes de salir.

Aquella noche, las señoras acababan de levantarse y una quincena de caballeros, entre los cuales estaban Cristián y Marenval, estaban haciendo los honores, según la costumbre, á unas cuantas botellas de exquisitos licores. Los hijos de la casa se indemnizaban del malestar que les producía el frac absorbiendo algunos vasos wysky.

Jacobo inclinó la cabeza para ocultar la animación de su fisonomía, y saludando á Cristián balbuceó: Hasta la vista, señor; no olvide usted que me ha prometido libros. Convenido. Hasta mañana. El penado se alejó y Cristián lo siguió impasible con los ojos. Está algo loco, dijo al vigilante, pero creo, como usted, que es inofensivo... Un niño, milord. ¿Dónde habita?

Jacobo, turbado y lleno de preocupación, entró en la sala y se reunió con Tragomer. El acto había comenzado y Romeo estaba cantando. Jacobo se inclinó al oído de Cristián y murmuró: No qué va á pasar, pero Lea ha perdido la cabeza. Acaba de decirme que esta tarde ha ido Sorege á amenazarla, á violentarla, y que ella le ha matado. ¡Dios mío! exclamó Tragomer.

Al decir estas palabras tan llenas de recuerdos para él, las lágrimas se agolparon á sus ojos. ¡Ah! señor Cristián, exclamó el criado conmovido. Nuestro Jacobo no le hará á usted compañía como en otro tiempo... Pero creo que no le ha olvidado usted y que le quiere todavía... ¡Oh! Bien pensaba yo que era imposible que hubiese abandonado á su amigo como los otros... No, Giraud, no le he abandonado.

Palabra del Dia

aconséjele

Otros Mirando