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Actualizado: 11 de junio de 2025


Tragomer estaba acabando de vestirse para ir á comer al círculo, cuando Marenval, que salía de casa de la señora de Freneuse, llegó á la calle de Rembrandt. El industrial tenía un aire grave y casi solemne. Ha sido usted exacto, dijo Cristián. ¿La voluntad no ha flaqueado desde ayer? ¿Esta usted decidido á marchar adelante? ¡Más que nunca!

Puesto que Lea Peralli está viva y anda por esos mundos con el nombre de Jenny Hawkins, después de haberse hecho llamar durante algún tiempo Juana Baud, es que ésta estaba muerta. La mujer de la calle Marbeuf, tu pretendida víctima no era otra que Juana Baud. ¡Pero es imposible! dijo Jacobo. Es cierto, contestó Cristián.

que eres inocente y acabo de navegar millares de leguas para decírtelo y para ayudarte á probarlo. Jacobo, bésame en la mejilla; la última boca que se ha posado en ella es la de tu madre. ¡Mi madre! dijo Jacobo con extravío. ¿La has visto, vienes de su parte y me traes sus besos? ¡Oh! Cristián, he aquí un momento que me compensa de muchas penas... ¿Se habrá el cielo apiadado de ?

Pues bien, si Jacobo no hubiera cometido el crimen por el cual fué condenado, ¿qué diríais? Esta vez el bello Cristián no pudo dudar de que se había apoderado de su auditorio. Todos se callaron y sus ojos fijos en él con apasionado ardor, sus actitudes violentadas por una intensa curiosidad, indicaban el interés que había sabido excitar en todos los espíritus.

Pareció, sin embargo, escuchar con interés las últimas palabras de Cristián, pues dijo, poniendo suavemente la mano en el brazo de su amigo: Nadie tiene derecho de disponer de Sorege sin mi consentimiento. No pertenece á nadie más que á mi y no pienso abandonarlo ni aun á la justicia. Tendré la piedad suprema, que él no tuvo conmigo, de sustraerlo á la vergüenza.

Un tinte lívido invadió su cara enflaquecida y afeitada, sus ojos se agrandaron asustados como á la vista de un espectro, tembló con todos sus miembros y, las manos juntas, los labios balbucientes, dijo muy bajo, como si temiera hacer desvanecerse aquella dichosa visión: ¡Cristián! ¡Cristián! ¿Es posible? ¡Cristián!

Por fin la señora de Freneuse se separó, enjugó sus ojos y dijo mirando afectuosamente al joven: Gracias, Cristián, por haber vuelto. Por unos minutos ha hecho usted resucitar el pasado. Veamos ahora qué ha hecho para que el porvenir sea mejor.

Los canacos, los libertos y los soldados que pasaban los miraban con curiosidad. Al volver una cabaña, Jacobo tiró la caja y ya con sus movimientos libres se puso al lado de Cristián. Atravesaron un bosquecillo de tamarindos que interrumpía la duna y se encontraron solos.

Contamos con buenos elementos, la inmensa fortuna de usted, sus grandes relaciones, su tenacidad y su inteligencia. Y si usted me lo permite, añadiré mi valor y mi voluntad. , por cierto, querido Cristián, exclamó Marenval estrechando las manos del joven. Entre los dos realizaremos nuestro fin. Yo seré silencioso y circunspecto, lo prometo. No tendrá usted que llamarme al orden. Está bien.

¡Muy curioso! dijo Cristián. Verdaderamente francés! Amigo mío, contestó el secretario, no hay que andarse con prejuicios ante el peligro. Es mejor ser curado por un presidiario que morirse tratado por un santo. Yes. ¿Y hay otros? ; le indico muy particularmente un joven de buena familia condenado á perpetuidad por haber matado á su querida.

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