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Era Amparo. Necesitaba afectos, y mi alma se volvió a aquella existencia pura, a aquella niña que estaba muy pobremente vestida, enflaquecida por el hambre. Supe que no tenía padres, que estaba en poder de una mujer de la misma vecindad, que la había encontrado en la calle.

Un tinte lívido invadió su cara enflaquecida y afeitada, sus ojos se agrandaron asustados como á la vista de un espectro, tembló con todos sus miembros y, las manos juntas, los labios balbucientes, dijo muy bajo, como si temiera hacer desvanecerse aquella dichosa visión: ¡Cristián! ¡Cristián! ¿Es posible? ¡Cristián!

Y no parecía muy desmejorada la niña, no. Al contrario, aunque un poco enflaquecida, tenía mejor color, más animación que antes, hasta su poco de alegría. El médico y la madre se mostraban más bien contentos de su estado. Quien parecía descontento era el padre. Había comprado a su hijita un teatro de títeres y otros muchos juguetes ingeniosos, sin conseguir distraerla de su incesante labor...

El obrero sin trabajo, al volver a su frío tugurio, donde le aguardaban los ojos interrogantes de la hembra enflaquecida, dejábase caer en el suelo como una bestia fatigada, después de su carrera de todo un día para aplacar el hambre de los suyos. «¡Pan, panle decían los pequeñuelos esperando encontrarlo bajo la blusa raída.

¡Libre! mi pobre Jacobo, dijo entonces Marenval echando los brazos al cuello del joven y mirándole con ternura. ¡Ya era tiempo de que llegásemos! ¡Cómo ha cambiado usted! Lavada por el agua del mar, sin pintura y sin postizos, la cara enflaquecida de Freneuse aparecía macilenta y melancólica. Gracias, amigos míos, gracias por vuestra heroica abnegación.

Su tez tenía matices de cera, y a trechos manchas hepáticas; sus ojos parecían pálidos y grandes respecto de su cara enflaquecida. Pero, bruto exclamó la Tribuna con bondadoso acento , estás sudando como un toro y te plantas aquí entre puertas, en este pasillo tan ventilado... para coger la muerte.

Después pasó una mujer pequeña y enflaquecida, una pobre obrera de las que habitan en la otra orilla del río. Cansada del trabajo, sostenía en un brazo la pesada cesta y un chicuelo mofletudo que se agitaba con nerviosa alegría, mientras tiraba con la otra mano de un galopín de cinco años que se obstinaba en no andar por habérsele desatado el zapato.

Y ahora, viéndola enflaquecida, con las facciones desencajadas, más fea y mísera aún que el día en que salió de las Cambroneras, tenía que hacer un esfuerzo para reconocerla. Creyó ver a una amiga de Feli, a una buena compañera que le recordaba a la otra, a la de los días felices, que ¡ay! no volverían nunca.

Tendiome su mano enflaquecida, me perdonaba, no me maldecía ya, me amaba; me amaba, ; amaba al pobre Gerardo, que ha olvidado todos sus sufrimientos... Pero no es esto, señora, de lo que quiero hablarle, sino de usted... de usted, de quien él se acuerda sin cesar. Pues que ella me cree muerto dijo, que no salga nunca de su error.

Venus ocultó sus desnudeces de mármol en las ruinas del incendio, esperando renacer tras un sueño de siglos, bajo el arado del rústico. El tipo de belleza fue la virgen infecunda y enferma, enflaquecida por el ayuno; la religiosa, pálida y desmayada como el lirio que sostenían sus manos de cera, con los ojos lacrimosos, agrandados por el éxtasis y el dolor de ocultos cilicios.